La titular de la alcaldía Cuauhtémoc en la Ciudad de México, Alessandra Rojo de la Vega, retiró de forma arbitraria las reconocidas estatuas en honor al Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara que se ubicaban en la popular colonia Tabacalera. El monumento llamado «Encuentro» fue creado por el artista Óscar Ponzanelli y fue instalada en el año 2018 para rendir homenaje a ambos líderes de la Revolución Cubana, quienes se conocieron precisamente en ese barrio en el año de 1955, previo a la excursión del yate Granma que partió de Tuxpan, Veracruz, dando inicio a la gesta rebelde contra el dictador Fulgencio Batista. La obra era punto de reunión de la izquierda solidaria con Cuba, cada 26 de julio o en el aniversario luctuoso del Che.
La iniciativa de la alcaldesa Rojo de la Vega, militante del PRIAN, tiene una clara intención anticomunista y conservadora. A pesar de que su argumento fue que tal obra no estaba «en regla», no puede soslayarse el trasfondo político en su maniobra, en tanto que todo acto público y de gobierno, es una manifestación de principios ideológicos.
En contraste, en el «Parque Cultural Hidalguense» de Pachuca se mantiene uno de los monumentos más vergonzosos para el país —y del mundo–: el busto de David Ben-Gurión, genocida israelí, líder del movimiento político-militar conocido como «sionismo» que, desde 1948, invadió Palestina y ha causado un genocidio sobre los territorios ocupados que, tan sólo en 2025, ha asesinado a más de 59 mil personas palestinas, entre ellas, 17 mi niños y niñas. Dicho recinto lleva ese nombre pues fue financiado y ejecutado en parte por un grupo de empresarios pro-sionistas como Pedro Dondisch Galenson de Impulsora Talxcalteca de Industrias y la compañía arquitectónica representada por Jaime Varon Shirino y los hermanos Alex y Abraham Metta Cohen. Fue inaugurado en el año 2005 por el entonces gobernador Manuel Ángel Núñez Soto y el exembajador sionista David Daddon.
El retiro de un monumento en Ciudad de México y la manutención de otro en Pachuca, tienen trasfondos similares. Así lo expone el sociólogo francés Pierre Bourdieu en su obra Las reglas del arte (1922): No existen nociones artísticas ajenas a las relaciones de poder y dominación simbólica. Las estructuras de autoridad, quitan o imponen monumentos dentro de una batalla cultural cuyo fin es la legitimación de una ideología dominante en perjuicio de pueblos que les resisten.