Podría llamarse crisis, si es que ya se hubiera acaba el tiempo para corregir; pero, al menos, sí es pertinente calificar de alarmante el viraje ideológico que ha experimentado Morena en el último año, a través de maniobras pragmáticas que han acercado al partido a personajes del más rancio conservadurismo, con el fin de cumplir ciertos objetivos programáticos y electorales. La más grave consecuencia de esto es la tensión, a tres puntos de la ruptura, entre las bases del partido y sus dirigentes.
Pero el Consejo Nacional de Morena que ha sesionado este domingo 20 es la oportunidad para redirigir el barco. En especial, por dos aspectos: uno, la propuesta para la construcción de comités seccionales y, dos, la creación de un comité de evaluación de la trayectoria de las figuras públicas que pretendan afiliarse a la organización.
En el caso de los comités seccionales, se trata de la creación de representaciones del partido, básicamente, en cada barrio y grupo de comunidades del país. Justo ahí donde las bases tienen su trabajo. De modo que su participación será crucial y es la oportunidad perfecta para apoderarse de cada uno de ellos; todo el trabajo político y territorial pasará por éstos y serán el corazón mismo del morenaje. Y si hubiera temor de que tales sean cooptados por grupos de poder, se debe recordar que no existe político encumbrado capaz de adentrarse en las colonias y rancherías, mientras sus intereses se juegan sobre un escritorio barnizado. Y si hubiera intención de cooptarlos, la batalla ha de darse sobre tierra, ahí donde domina el militante de a pie.
Y acerca de la creación de un comité de evaluación de incorporaciones, aunque la propuesta llega muy tarde, aún se está a tiempo de cerrarle la llave al dispendio del capital político del movimiento. Es decir, si ya en Morena están tránsfugas del PRI como los Murat o los Cuauhtémoc Ochoa, aún puede cumplirse eso de que, en política no se puede cometer el mismo error dos veces. El tiempo es ahora.