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martes, julio 8, 2025

Evitar la picadura del alacrán: Usar el poder para proteger a inocentes

Los abuelos contaban el siguiente chiste: Había una vez un costeño descansando muy tranquilo en su hamaca, cuando de repente pegó un grito:

―¡Vieja! ¡Tráete el tónico para la picadura de alacrán! ¡Córrele!

―¡Ay, viejo, no me digas que ya te picó un alacrán! ―, contestó la mujer.

―¡No! ¡Pero ahí viene!

La moraleja del chiste es que la desidia y el confort son más poderosos que la responsabilidad. Que hay personas las cuales, pudiendo prevenir una tragedia, prefieren hacer nada. ¿Por qué? Porque sí. Porque actuar implica asumir un riesgo y, quizá, la hamaca sobre la que están posados es demasiado cómoda.

Eso me lleva a Foucault. El filósofo francés pensaba que el poder no es algo que se tiene; el poder es algo que se ejerce. En estricto sentido, el poder es hacer que las cosas sucedan. De tal modo, es un contrasentido tener poder y no usarlo. O, aún peor: no usarlo cuando es un deber. Cuando es lo moral; lo políticamente justo; y más, cuando hay que proteger a un inocente. Es ver llegar al alacrán. Lo único que hay que hacer es: levantarse de la hamaca.

Luis Alberto Rodriguez Angeles
Luis Alberto Rodriguez Angeleshttp://luisalberto.mx/
Periodista y escritor. Premio Nacional de Periodismo en derechos humanos "Gilberto Rincón Gallardo" 2009. Doctor en Investigación y Creación Literaria por Casa Lamm.

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