Una gran cantidad de libros de todo tipo de estudios en materia de ciencias sociales y humanidades yacían almacenados en la bodega de la Biblioteca Central «Ricardo Garibay», sin poder ver la luz a causa de varios factores, sobre todo, de su repetición y de una idea que los reviviera. Pero una iniciativa de la directora general de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura, Nydia Ramos, y de la jefa de catalogación, Paula Barra, está dándole nueva vida a todas esas obras; y, lo mejor, las están colocando en manos de una buena cantidad de estudiantes de educación superior del estado, para su beneficio intelectual y económico. Esto, en gran medida, habla sobre la gran vocación que tiene el recinto y cuánto merece ser revalorado.
«Cuando eres estudiante, a veces lo que más te marca es la falta de recursos. Entonces qué mejor que si nosotros tenemos un pequeño excedente de libros, poder donarlos. No son libros nuevos, pero sí son libros de temáticas que no caducan», dice Paula Barra, encargada del programa, el cual es un ejemplo para todo centro público de cultura: donar acervo y apoyar así a estudiantes que, de otra manera, tendrían que invertir recursos económicos y de tiempo para obtener títulos que sólo están disponibles en las librerías especializadas de la Ciudad de México, si es que realmente lo están.

Los paquetes de libros están disponibles en una de las recepciones de la sala general, junto a las escaleras de caracol que distinguen la zona central de la Biblioteca. Hay que preguntar por Paula Barra, encargada de la operación. Así me recibió quien de profesión es historiadora en este valioso edificio, inaugurado en el año 2007, cuando el parque donde está instalado aún pretendía ser un distrito cultural, según la proyección del artista plástico Byron Gálvez, creador del mega-mural Homenaje a la mujer del mundo que le da vida al sitio.
Para Paula Barra, la donación de este acervo es una manera de profundizar los lazos entre la biblioteca más grande de Hidalgo y su público: «Lo más valioso es que los estudiantes puedan aprovechar y acceder a materiales que difícilmente se consiguen. Ese vínculo te va marcando a lo largo del tiempo. Si la biblioteca te facilita, retribuye o te obsequia algo, la gente lo aprecia».
La Biblioteca Central del Estado de Hidalgo «Ricardo Garibay» lleva el nombre del más célebre escritor de Tulancingo, quien alcanzó fama nacional como novelista por su obra La casa que arde de noche. Tiene una superficie de 4 mil 560 metros cuadrados con capacidad para 700 personas usuarias, y más de 30 mil libros de acervo. Con la remodelación del parque, que ahora se denomina Parque Cultural Hidalguense —pero sin perder el vergonzoso nombre del genocida judeo-sionista «David Ben-Gurión»—, su seguridad se vio comprometida por el polvo, los escombros y la maquinaria pesada. De hecho, durante el año que duró la construcción, el recinto permaneció cerrado. Pero su mala fortuna pronto se acabará, según parece. Se oyen rumores de que el gobernador Julio Menchaca Salazar le inyectará más de veinte millones para su reparación y rehabilitación. Ojalá sea cierto. El lugar, la cultura y el pueblo hidalguense merecen una biblioteca viva y digna.
«La biblioteca está constituida a con los impuestos de todos. Es una lástima que a veces se piense que no tiene uso. Me parece muy importante es que la biblioteca retribuya e incite a que la gente se acerque a ella», subraya Paula Barra, reforzando la importancia del lugar, cuya vocación nunca se ha perdido, pero merece ser incentivada una vez más. Sobre todo, con presupuesto. Programas como el de donar libros a estudiantes, habla por sí mismo del amor de quienes ahí laboran por su acervo y del inmenso potencial que alberga este sitio fundamental para la vida cultural del estado.
Nota final: Si usted es estudiante de alguna licenciatura o posgrado en ciencias sociales o humanidades, acuda a la Biblioteca Central «Ricardo Garibay» por su paquete de libros. Pregunte por Paula Barra.