Uno de los once principios de la propaganda que los grupos académicos de occidente le atribuyen al nazi Josep Goebbels es el llamado «principio de la exageración y desfiguración»; esto es, convertir una anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave. O lo que es lo mismo, convertir un acontecimiento situado en un contexto y sobre una línea histórica específica en un arma de desestabilización.
Eso explica el ruido desparramado en redes sociales y en la mayoría de los monopolios mediáticos sobre el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo; un acto atribuido a grupos del crimen organizado en la región y que se ha convertido en un arma de propaganda contra el gobierno de Claudia Sheinbaum. «Asesina», le dicen desde cuentas no identificadas. Incluso, tratan de replicar la consigna «fue el Estado», ocupada por personas defensoras de derechos humanos perfectamente visibles durante la masacre y desaparición de estudiantes de Ayotzinapa, ocurrida en el sexenio de Enrique Peña Nieto en el año 2014.
Lo que se trata de un crimen propiciado en la continuidad de un prolongado conflicto del narcotráfico que comenzó en el sexenio de Felipe Calderón, su narcosecretario Genaro García Luna y los documentados vínculos entre la hermana del exocupante de Los Pinos, Luisa María Calderón, con el capo michoacano apodado «La Tuta», se pretende convertir en una responsabilidad directa de Claudia Sheinbaum, como si las cosas no tuvieran contexto, historia y circunstancia.
Así es conveniente para quienes tratan de sacar beneficio político en el consabido objetivo de derrocar al proceso de la llamada Cuarta Transformación, cuya administración del Estado ha interrumpido la cadena de corrupción y enriquecimiento de quienes, antes que Morena, ocupaban el poder en el Gobierno de México. Un plan al que se ha sumado abiertamente el subsecretario de Estado del gobierno de los Estados Unidos y exembajador gringo en el país, Christopher Landau, quien no desaprovechó el asesinato de Manzo para reiterar los planes golpistas de su jefe anaranjado y decirse dispuesto a «cooperar» con el país para «erradicar» al narco; o sea: intervencionismo militar yanqui puro y duro sobre el territorio mexicano.
En ese sentido no han faltado las voces que han puesto la mira sobre los aparatos de inteligencia estadounidenses, cuestionando si estos tuvieron, o no, algo qué ver con el crimen en Uruapan pues éste ha resultado muy conveniente a los objetivos golpistas de la derecha anti-4T. Hasta el deudor Ricardo Salinas Pliego salió a dar un mensaje condoliéndose con el mismo sentimiento camuflado de Landau. Luego entonces, todo esto se está convirtiendo en una estrategia de manual de la fachiza local aliada a Washington, la cual puede ser relevada con aquella máxima política: nunca desaproveches una crisis y, si no hay, provócala.


