He de confesar que la primera vez que salí del país (a los 27 años) no lo hice tan entusiasmada, la razón era simple, me invitaron a Disneyland en Anaheim, y bueno, como iba con todo pagado pues no lo pensé mucho.
Llegar a Los Ángeles y luego viajar a Anaheim, nada del otro mundo: tránsito y más tránsito, aunque claro, la calidad de las autopistas, muy superior a lo visto por acá, tiendas y más tiendas…
Como era de esperarse mi tour incluía los lugares más comunes y corrientes de aquella ciudad y sus alrededores: Disneyland, los conocidos “outlets”, Estudios Universal, Beverly Hills, etcétera; sin embargo, sucumbí al encanto del Museo Paul Getty, después supe que acusaron a la Fundación Getty de adquirir piezas robadas, con todo y eso, pude disfrutar de una colección impactante, de una museografía y una arquitectura impecables, de unos jardines reconfortantes y de una vista de la ciudad y de la costa maravillosa, eso sin contar que se puede llegar a través de un pequeño tren eléctrico.
Con una inversión inicial de mil millones de dólares, el Centro Getty y el museo muestran lo que es invertir a lo grande en arte y cultura. Van Goh, El Greco, Tiziano, Degas, Gauguin, Rembrant, Manet, Monet, Munch, Cézanne, Moreau Rodin, Rubens, Goya, en fin, obras que van del siglo XIV al XX. Un deleite de color y armonía, de emoción, sin contar el entorno impecable y un gran edificio recubierto de mármol travertino. El Getty ha marcado récords en subastas de arte, pagando decenas de millones de euros por pieza.
Ahí también podemos apreciar esculturas, vitrales, mobiliario antiguo, grabados y lo mejor, la entrada es gratis, aunque el estacionamiento no. Sin menospreciar lo que tenemos, cuanta falta haría un lugar así aquí en México, con una inversión millonaria, dedicado al arte y la cultura y entrada gratis.