Hay que ser avaros para ceder un asiento y luego reclamarlo. Y si en la vida cotidiana eso muestra vileza, cuan más deleznable lo es en política. De tal manera, las y los congresistas del grupo universidad, Ricardo Baptista y Jorge Mayorga, así como Areli Rubí Miranda, del PRD y Susana Ángeles, de Morena, habían renunciado a sus cargos para buscar la nominación de su partido en las elecciones a presidencias municipales; pero una vez aplazados los comicios a causa de la pandemia del COVID-19, estos diputados no dudaron en regresar a sus sillones forrados en imitación piel en el Congreso local. El problema es que sus suplentes ya habían tomado protesta como legisladores, pero al cabo de una sesión ordinaria, les han quitado el honor. Dicha falta de respeto no quedará impune, pues se advierte que los suplentes presentarán un acto de inconformidad; o al menos así lo harían Margarita Evelyn Leonel Cruz, suplente de Ángeles Quezada; y Miguel Reyes López, suplente del diputado Ricardo Baptista. De por sí, Leonel Cruz y Reyes López, ya se habían inconformado por no tomar protesta con prontitud y, de qué sirvió, si poco les duró el gusto. ¿Y por qué regresaron? La diputada Ángeles argumentó que la mueve sumarse a las tareas para contener la emergencia, sin que se entienda su aporte, pues el único personal imprescindible ante el coronavirus es el sanitario y de protección civil. En cambio, los motivos de Baptista son más claros: el diputado por Tula no regalará dos meses de su sueldo pues no se vaya a pensar que lo mueve el bienestar del pueblo y no el dinero.