La política es la ruleta del ego. Una vez probado el poder, surge el antojo de más. Un cargo, por mínimo que sea, supone la posibilidad de saltar hacia otro más grande y, si no, el que sea. La política requiere vigencia. Reflector. Pues, contrario a lo que indicó Fidel Velázquez, quien no se mueve no sale en la foto. Entonces en todos los partidos observamos una larga fila de aspirantes a una candidatura al Congreso local y federal, para las elecciones de junio de este año. Claro que no hay lugar para cualquiera, aunque cualquiera se siente con el mérito. Si decantáramos la lista, ¿cuantos o cuantas realmente merecerían ser representante popular? Muy pocos, muy pocas. Y muy contadas veces aún la vida nos regala a alguien para la historia. Pasa que la política, como el fútbol, no es de merecer. Si fuera de merecer estaríamos a punto de cumplir la República de Platón. Pero en México más bien se trata de cuotas, conveniencias, algo de suerte y, muy contadas veces, méritos. De modo que, entre que si por cuota, conveniencia, suerte o méritos, lo importante es tirarle a la candidatura. Al fin y al cabo que esto es una ruleta y, ¿qué tal que a mí me toca?