Democratizar la cultura
Por Alfredo Rivera Flores / Desde Abajo
Pretender un listado sobre los males que nos aquejan como sociedad, significaría nuestra disposición para realizar una larga, muy larga lista. Por hoy, preferimos documentar nuestro optimismo señalando que a pesar de la apatía y desorganización que con frecuencia se le adjudica a la sociedad, siempre hemos visto surgir una acción de respuesta ante cada una de las amenazas que le presentan quienes detentan el poder.
Si bien son escasas y aisladas las imágenes de nuestra historia local reciente que muestren multitudes lanzadas a la calle en busca de la reivindicación de sus derechos, también es cierto, que siempre ha habido individuos o pequeños grupos, que haciendo omisión de lo desventajoso de sus luchas levantan la voz para gritar su verdad, buscando al menos que los atropellos no se queden en la impunidad silenciosa. Por cierto, algunas de esas historias aguardan, para escribirlas, espíritus libres y enamorados de la justicia.
Nuestro diario acontecer nos sigue mostrando que son muchas las causas que esperan el compromiso ciudadano para frenar los abusos, corregir los rumbos, apoyar a los más necesitados e incluso, propiciar procesos de organización que aglutinen las energías individuales y detonen un desarrollo colectivo que nos haga mejores.
Ya que evidentemente la agencia informativa “Desde Abajo» constituye el más reciente y promisorio eslabón de esas acciones, saludamos con admiración y afecto su aparición, deseamos larga y fructífera vida a sus empeños y nos aprestamos a arrimar el hombro en sus acciones. La idea de una agencia informativa que dé voz a los de abajo y a tantas causas que lo requieren es por demás generosa, inteligente y necesaria, por ello, estamos seguros, habrán de lograr en buena medida su cometido.
Esta columna, de aparición quincenal intentará abordar los diversos temas de preocupación ciudadana, especialmente aquellos que tengan que ver con la educación y la cultura. Sí, esos conceptos fundamentales para el desarrollo, dignificación, y liberación de los individuos y que por lo mismo, desde las primeras medidas del naciente ejercicio presidencial, han sido objeto de la miopía y mala fe gubernamental, castigándolas con el arma del presupuesto. Con esa acción, parece confirmarse lo negro de los nubarrones que acechan a nuestro país.
Las tijeras de los recortes presupuestales se han cebado siempre, en primer término, sobre las actividades culturales, ya que se han considerado prescindibles, exquisitas, y propiciadoras de inconformidades sociales. Con tales definiciones, grandes núcleos de la población se han visto imposibilitados del disfrute de las obras de arte, del acceso a la lectura, del goce de un concierto y del conocimiento de las grandes inquietudes que plantean cineastas, dramaturgos, y creadores en general. Democratizar el beneficio de la educación y la cultura, es por ende, una de las obligadas acciones de los ciudadanos comprometidos. En ella habremos de empeñarnos.