Para empezar, el edificio del PRI de Hidalgo no puede ser embargado. Si eso pudiera hacer el Ayuntamiento de Pachuca, tendría sobre el escritorio de su Jurídico una montaña de demandas por la cantidad de personas que deben el impuesto predial. Lo que pasa es que vivimos tiempos en los cuales la mediocridad política se hizo costumbre. Y hay quienes buscan reflectores en cualquier lado, con tal de sentirse «en la jugada». Entonces, hicieron correr ese rumor.
Si no fuera mediocridad, se debatiría mejor, por ejemplo, que el PRI de Hidalgo vive su peor época de todos los tiempos. De acuerdo con información del Instituto Estatal Electoral de Hidalgo, su prerrogativa anual apenas alcanza los 8 millones de pesos. En comparación, el Partido Nueva Alianza les supera por cinco en ese rubro. En términos numéricos, el Revolucionario Institucional está convertido en un chiquipartido, a punto de desaparecer. Que en ese sentido, el otrora Partido de Estado no es más que un partido local que funciona más bien como un club ideológico de octogenarios, melancólicos del poder.
Pero, entre notas dictadas que tergiversan información (o que mienten de plano) y discusiones de Facebook entre políticos de mínima estatura, se pierde lo esencial: al pueblo de Hidalgo y a su historia, claro que le conviene que desaparezca el PRI represor y ladrón y que, en una de esas, su edificio se convierta en un gran refugio para mujeres y niñas que escapan de la violencia, por ejemplo. ¿Pero quienes van a provocar que desaparezca el priismo? ¿Los que pagan a matraqueros que les griten lo «guapo» qué están? ¿Los que forman equipos de prensa para pagarse la autopromoción? ¿Esos? No, esos no lo van a lograr. Porque antes de eso suceda, lo peor del PRI, ya habrá renacido en ellos.