Dejemos las tonterías ya: Claudia Sheinbaum está haciendo un buen trabajo atendiendo la emergencia causada por los huracanes Priscila y Raymond. Punto. El problema es que, en cada municipio que pisa, cada vez que se para a hablar con las personas damnificadas, tiene que recoger la basura que los gobernantes han tirado previamente por el lugar.
En Poza Rica, Veracruz, por ejemplo. Un grupo de estudiantes de la Universidad Veracruzana aprovechó una parada de Sheinbaum para exigirle encontrar a sus compañeros desaparecidos. El vídeo de ese momento explotó en las redes sociales y pareció que la presidenta mandaba callar a quien protestaba. Falso. Lo que intentaba la presidenta era que se hiciera el mayor silencio posible para escuchar la información que el joven quería transmitirle. Pero, al cabo, la gente seguía molesta y lo está, sobre todo, con la gobernadora Rocío Nahle a quien le reprochan no hacer lo suficiente por las personas damnificadas.
En Puebla, Sheinbaum de plano tuvo que poner en su lugar al alcalde del municipio de Huauchinango, quien aseguraba estar atendiendo a las personas. Pero la presidenta tuvo que atajar: «yo le creo a la gente», dijo, mientras el gobernador Alejandro Armenta le tocaba escuchar y recibir rechiflas. No en balde, el tipo está pasando a la historia por censurar periodistas, llenar su gobierno de huérfanos de Mario Marín y Rafael Moreno Valle, y por su evidente misoginia y transfobia expuesta, esa sí, en videos virales.
De modo que esta tragedia también está resultando en una lección política para la presidenta: no basta con ganar elecciones y tener gobernadores y alcaldes al amparo de Morena; hay que tener alcaldes y gobernadores a la altura de los principios que dicen representar. Porque la gente se da cuenta y no perdona; la gente reclama; la gente rechifla al paso de los convoyes; la gente recuerda. Y tragedias como estas exacerban la memoria.