Casi de común acuerdo, sino es que la falta de evidencias deja lugar a la simple sospecha, Radio Fórmula, Televisa y Milenio Televisión, propusieron ante los micrófonos una imagen fuerte y no deteriorada en lo político de Diego Fernández de Cevallos, como de quien no ha adquirido el rictus de un secuestro de siete meses.
Bajo sus esfuerzos se sospecha de una violación a la comunicación misma, según lo plantea el filósofo alemán Jurgen Habermas, donde podrían estarse violando principios básicos de la acción comunicativa como la verdad, la rectitud y la veracidad, donde estos periodistas, al abordar el caso del ex senador panista, mienten, subjetivan y carecen de autoridad. (Asunto que no deberá pasar desapercibido por la audiencia al hacer un juicio crítico sobre el papel de los massmedia en la amplia trama de la manipulación informativa con fines políticos, en la puerta de las próximas elecciones presidenciales).
Faltar a la verdad, la rectitud y la veracidad –tres que junto a la inteligibilidad, forman los cuatro elementos de la teoría de la acción comunicativa de Habermas-, significa que, en el caso concreto del secuestro de DFC, el periodismo deberá abordarlo con palabras relacionadas con los hechos que lo conforman y no con otros que se pretendan hacer pasar como verdaderos; tener autoridad moral para hablar de ello y expresar una opinión que le sirva a quien le escucha; y, sobre todo, que lo que se diga, se comunique con fidelidad a lo que se piensa –lo que en la mayoría de los ejemplos sucede, al aparentemente dictarse una línea editorial, según se aprecia en la evidente uniformidad de sus entrevistas.
De tal manera, la liberación de Fernández de Cevallos parece haberse convertido deliberadamente en un montaje con propósitos escondidos, donde los medios de comunicación, una vez más, orquestan la farsa de un caso que no es claro en sus evidencias, para ocultar otros que menos convienen al Aparato de Estado, y que se ocultan bajo las crecidas barbas del abogado largamente acusado de beneficiarse profesionalmente con sus influencias cosechadas al lado del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.
De ahí que es deber de las personas que consumen medios, cuestionar si aquel que habla está diciendo la verdad sobre el caso, y si el caso mismo, dados los oscuros antecedentes del personaje, es verídico; pues, el deber es desmontar el show.