Por Sara Lovera / Desde Abajo
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora conmemora la lucha de las mujeres por su participación en pie de igualdad con los hombres, en la sociedad y en su desarrollo integro como personas.
La idea surgió de Clara Zetkin en 1910 en plena revolución industrial y durante el auge del movimiento obrero.
Hoy a iniciativa de grupos de mujeres latinoamericanas la celebración recordará a las feministas que murieron en el terremoto de Haití, mujeres-feministas emblemáticas. Haití donde todos los días se lucha por sobrevivir, donde no alcanza la solidaridad internacional a la vida cotidiana, a la reconstrucción de la subjetividad de millones de haitianas que luchan por continuar adelante.
La iniciativa que ha ido de un lado a otro, preparando acciones para este 8 de marzo, busca decirle al mundo que es inadmisible la exclusión por razones económicas, sociales y culturales.
Las latinoamericanas, desde la República Dominicana, han conseguido esa solidaridad que debía existir entre mujeres, que como Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo comprendieron; sabían que sin la mitad del mundo no se podría construir la sociedad y la democracia; igual que en la lucha por los derechos civiles las norteamericanas se levantaron para exigir ciudadanía y millones de otras mujeres han encontrado en el 8 de marzo motivos para organizarse.
En la práctica somos herederas de una lucha emprendida en la antigua Grecia por Lisistrata, ella empezó una huelga sexual para que los hombres pusieran fin a las guerras, como ahora se levanta el movimiento por la paz que exige hacer efectiva la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre Mujer, Paz y Seguridad, que entre sus 18 puntos promueve la participación de las mujeres en los procesos de pacificación o arreglo de conflictos internos. Procesos en los que no están consideradas las mujeres, como sucede en México, donde se anuncia día a día que los militares van arreglar el desastre que comenzó hace más de tres años Felipe Calderón.
La lucha de Lisistrata se vio reflejada en la Revolución Francesa: las mujeres parisienses que pedían «libertad, igualdad y fraternidad», marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino, pero no fue sino hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar, desde diferentes organizaciones internacionales de izquierda, la celebración de una jornada de lucha específica para la mujer y sus derechos.
Hoy la conmemoración de esta larga travesía estará dedicada a las que quedaron bajo los escombros en Haití: Myriam Merlet, Jefa de Gabinete del Ministerio de la Condición Femenina y los Derechos de las Mujeres y fundadora de la Coordinadora Nacional para la Defensa de los Derechos de la Mujer; Myrna Narcisse, Directora General del Ministerio de la Condición de la Mujer.
Así como a Magalie Marcelin, fundadora de KayFamn y directora del refugio para víctimas de la violencia de género, y Anne-Marie Coriolon, fundadora de uno de los mayores grupos de mujeres haitianas Solidarité Fanm Ayisyen y a la vida de la guatemalteca Mirna Patricia Rodas, feminista que trabajaba en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití.
Y a quienes envían sus voces cada día, en montones de comunicados y testimonios, algunos recogidos por Bill Quigley de Counter Punch y difundidos por el informativo Rebelión a partir del reconocimiento de que hay 1,2 millones de personas que viven en “asentamientos espontáneos” o campos para los carentes de vivienda alrededor de Puerto Príncipe, que están a la espera del comienzo de las intensas lluvias.
Reproduzco aquí dos de esas voces haitinas.
“Me llamo Jean Dora nací en 1939. Vivo en una plaza frente a la iglesia St. Pierre en Petionville (en las afueras de Puerto Príncipe). Estoy aquí con doce miembros de mi familia. Todos perdimos nuestro hogar.
“Tenemos una lámina de plástico verde para protegernos del sol. Colocamos algunas sábanas alrededor de nuestro espacio. Numerosos nietos pequeños viven aquí conmigo, mi hijo y mis hijas también viven aquí. Mi hija espera un niño para dentro de poco, irá a la carpa de la Cruz Roja cuando llegue la hora del nacimiento del bebé.
Trabajé para la Embajada China durante 36 años, limpiaba sus oficinas, me jubilé el año 2007. Hasta el terremoto vivía en un apartamento con mi familia. El edificio resultó destruido.
“En la noche ponemos un trozo de alfombra en el suelo, luego colocamos frazadas y tratamos de dormir. Cuando llueve entra el agua. En toda mi vida nunca he visto nada parecido, no estoy en condiciones de decir qué pasará ahora. Pienso que las cosas no cambiarán, pero espero que mejoren, aunque no lo creo, el futuro no es claro lo vemos oscuro”.
Otra voz:
“Me llamo Nadege Dora, tengo 28 años, tres hijos y una hija. Espero un bebé para este mes. Ahora vivo en la plaza de Petionville con el resto de mi familia. Nuestra casa fue destruida, solía vender pan en la calle para ganar algo de dinero. El padre de los niños no nos ayuda es como si no existiéramos para él, sólo tratamos de sobrevivir. Nadie trabaja en nuestra familia, no hay trabajo. Ahora mismo nos queda un poco de arroz pero no tenemos aceite ni carne ni leche, sólo arroz. No tenemos dinero para comprar otros ingredientes. Desde el terremoto no he comido ni una sola comida normal”.
Esa realidad nos regresa cien años, precisamente cuando Clara Zetkin llamó a realizar la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunidas en Copenhague y se proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, como una jornada de lucha por los derechos de las mujeres. La propuesta fue aprobada unánimemente por la conferencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres elegidas para el parlamento finés.
La solidaridad con las mujeres haitianas tiene sentido de emergencia y sentido de futuro. Si no se logra trasmitir en esta jornada su importancia, nos vamos a perder en un inmenso mar de indiferencia.
Nos toca, el 8 de marzo, levantar nuestro derecho a la interrupción legal del embarazo, luego de la vergüenza que vivimos desde que diputados y diputadas de 19 estados de la República alegremente se ensañan en nuestra lucha, de decenios, desde la antigua Grecia a los campos de sobrevivencia en Haití.
Claro que ello requiere visión de futuro, generosidad, solidaridad, capacidad para reconocer en las otras nuestra propia situación; reconocer en las que construyen el sentido de la vida, en las que arman iniciativas y desarrollan potencialidades, en cada una que mira para adelante sin rencor y sin competencia. Algo realmente difícil cuando no se tiene horizonte.
Y las latinoamericanas que convocó Sergia Galván y a las que se han sumado todas las líderes del movimiento institucional y no institucional del continente para mirar hacia Haití, también saben que Honduras primero y Haití hoy, demanda más profundidad, y la urgente necesidad de saber que el feminismo no es un modo de apreciarse individualmente sino de transformar el mundo.
El 8 de Marzo de aquella Conferencia de 1910 tendrá cien años este 2010, también el año de los bicentenarios regionales, de la reafirmación de independencias que no nos incluyeron, de repensar el mundo, ese donde somos la mitad de la población.
Este grupo, ahora convocado por Ximena Machicao, recogerá los pasos de las haitianas que perdieron sus documentos, sus historias, se trata de reconstruir y aportar a esa historia que podría perderse. La lucha haitiana por construir mujeres plenas y mujeres con derechos desde que el país se hizo independiente, desde 1934, con la fundación de la Liga Femenina de Acción Social, que derivó como en México en la lucha política, pero que no pudo incidir en reivindicar los derechos económicos.
Mujeres que vivieron la terrible dictadura; las que se asomaron al sol con la caída del dictador Duvalier y sus Tonton Macoute, tan parecidos a los de la AFI y los paramilitares que nos amenazan y los obispos que pretenden controlar nuestras vidas.
Hoy como en Haití en los años de la dictadura, el real feminismo parece necesario incluso en la clandestinidad, porque hay mexicanas en la cárcel por ejercer sus derechos.
El 8 de marzo, según se vea, está cargado por esta urgencia, de un lado al otro del mar y entre continentes. En Barcelona nacerá en breve una agencia de noticias con visión de género, a pesar de todas las resistencias del sistema por difundir las voces de las todavía discriminadas, a pesar del voto, las leyes de igualdad y contra la violencia. Haití nos ha vuelto a recordar de qué se trata la lucha, que está más allá de puestos de poder.
saralovera@yahoo.com.mx