Siete de cada 10 mujeres en México ha reconocido sufrir algún tipo de violencia, según las estadísticas del Instituto Nacional de las Mujeres. Pero tan solo seis de ellas, se han atrevido a denunciar ante alguna autoridad su caso. Por eso, luchar contra todo tipo de violencia de género y por la igualdad social de las mujeres frente a los hombres implica que cada vez sean menos las que sufren y más las que denuncien. Que sean incentivadas por un esquema judicial que les asegure igualdad ante un juez. Caminos existen. Los hay en las recomendaciones y tratados internacionales en materia de protección de los derechos humanos, y en lo nacional con las leyes y reformas a favor de la equidad. Queda al Estado cumplir, verificar y perfeccionar estas herramientas. Sin embargo, queda una tarea aún mayor en la cual el Gobierno y sociedad civil se deben comprometer: la batalla cultural contra el Patriarcado.
El Patriarcado es el sistema de dominación de los hombres hacia las mujeres. Es el gobierno y las leyes, la ideología y los medios, la cultura y la religión, las relaciones y la sexualidad, la economía y el trabajo que coloca a las mujeres en condiciones injustas de participación e inclusión en el ámbito de lo público y lo privado. Un monstruo de mil cabezas que se presenta como invencible. Y aunque parece una causa interminable, sobran los ejemplos sobre la real posibilidad de finiquitarlo.
La periodista Marta Fontenla escribe en el periódico digital feminista “Mujeres en red” que “Los estudios feministas sobre el patriarcado, y la constatación de que se trata de una construcción histórica y social, señalan las posibilidades de cambiarlo por un modelo social justo e igualitario”. Es decir, que el Patriarcado como lo conocemos y sus atroces variaciones en el machismo y la misoginia tan sólo podrán ser erradicados mediante la transformación del sistema impuesto, que es el capitalista: la tesis política, económica y cultural sobre la cual sobrevive la violencia de género, debido a la privatización de los modos de producción y los bienes aún por encima de cualquier derecho humano. Donde una vaca vale más que una mujer ante la ley; es decir, donde la propiedad vale más que la vida. Invertir tales valores, es el objetivo de la causa feminista. Colaborar ampliamente con ella, es el llamado en el Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres.
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