Un PRI fracturado y confundido; la alianza entre el PAN y el PRD hechos más dos (y hasta tres o cuatro) que uno; y el PT y Convergencia que en casos emblemáticos desaprovecha la oportunidad de representar “algo diferente”, con eso arrancan ya las campañas municipales en Hidalgo.
En una elección sui generis en diversos sentidos, cuando los partidos coaligados son rivales en más de cinco municipios, haciendo que los ayuntamientos sean disputados, en unos, por dos o tres opciones, y en otros hasta por cinco.
Así las cosas. Y luego quieren pintar que la democracia está conquistada en México. Por lo menos en Hidalgo es una escalera con pocas tablas formadas.
No obstante, estas elecciones son unas de las más importantes en los últimos periodos; es, quizá, la más trascendente para la localidad después de la gubernamental. Los alcaldes que se elijan, acompañarán toda la gestión del gobernador Francisco Olvera durante los cuatro años con siete meses que durarán. Así, por ejemplo, de refrendar la oposición su triunfo en la capital Pachuca, su candidata, Gloria Romero, estaría contrastando las labores del mandatario, ex alcalde de esta ciudad y perdedor electoral en la misma en los comicios que lo han llevado a la primera magistratura hidalguense, en un ejercicio de contraposición de fuerzas para mal del régimen y para bien de la construcción democrática estatal.
Gracia de la reforma para el empate electoral, que ha modificado el tiempo de la actual administración pública, entrando Hidalgo al 2012 sin más preocupación que definir el rumbo de la nación en la elección de Presidente y Cámaras.
Y mientras tanto, a elegir alcaldes; lo cual en estos tiempos de corrupción ética de la política y fachadas criminales, no resulta una virtud si se revisan las biografías de muchos de los candidatos. Como versa el dicho ibérco: “A pueblo muerto, alcalde tuerto” ¿Será nuestro caso?
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