Natividad Castrejón ha tomado sana distancia contra lo que, hace daños, dejó de pertenecer: la oposición.
Un nombre menos en la infame lista de políticos que han pretendido adueñarse de las siglas del PRD para hacer negocio. Uno de sus patrones inmediatos, José Guadarrama Márquez, es otro que debería seguir el camino de su entenado cuando sobre él pesa la historia de ser enemigo público del progresismo hidalguense.
Pero así se van yendo.
Una a una van cayendo las máscaras insostenibles por la vergüenza. Su destino final, el PRI, de donde nunca debieron haber salido. Y no es que esté mal que Nati apoye ahora a ese partido político. Lo que está mal, como en todo, es la hipocresía, la mentira fabricada por años y, a veces, hasta pagada con recursos públicos.
Y ahora con Castrejón sumado al candidato tricolor a la Presidencia de Pachuca, Eleazar García, la campaña del PRI en la capital del Estado “vive y se esperanza”, dicen. Aunque sepan, que de poco les servirá más allá de lo mediático. Eso no prende ni prenderá. Toda su esperanza se finca en la estructura que, de por sí, se le ha puesto cara al dirigente Omar Fayad.
Pero lo otro es lo fundamental, lo importante ¿Cuándo el PRI se aventará a debatir? Invitación formal hay. La colocó la Fundación Desarrollemos México AC en la primera semana de junio. Pero tal parece que la apuesta oficial es la misma: no debatir, rehuir, escabullirse al escrutinio público, evitar el contraste de inteligencias.
Por eso lo de Castrejón no es noticia.
En elecciones, se va haciendo costumbre pagar en una misma factura tanto la propaganda como los honorarios del psicólogo. Digo, no vaya a ser.
Twitter: @albertobuitre
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