Amar al prójimo, ese es el principal y único mandamiento de Jesús. Mandamiento universal, se aplica al homosexual, al travesti, al no creyente o la mujer que aborta.
Alejados del cristianismo, generadores de odio, cómplices del poder, mudos frente a centenarias atrocidades, absuelven la tortura, la impudicia de la pobreza, la lujuria del dinero, la desvergüenza de la avaricia y la ostentación de la riqueza.
Diariamente mueren mujeres abortando, no existe en todo el nuevo y viejo testamento una definición de cuando inicia la vida, ignorantes de la biología, perseguidores de galileo, negadores de la evolución, desde su pulpito, única fuente de sus argumentos, no tienen fe, la fe del amor al prójimo, sólo sed de persecución. Desean echar a los leones a mujeres, casi siempre, por cualquier pretexto. Intentan controlarlas, como herencia ideológica de un sistema que basaba su reproducción social en el control de la mujer y sus capacidades reproductivas. Acabados los terratenientes (a cuya clase pertenecían los más notables papas, cardenales, obispos y arzobispos), perdura su herencia en la sinrazón de los “hombres de razón”, carentes por completo de ella.
A ellos debemos amar, como a los narcotraficantes, los traficantes del poder político, secuestradores de la conciencia social, mercachifles racistas y explotadores. Contrario a ellos, debemos ponernos al lado del débil, el marginado, el perseguido, la perseguida, la víctima, en este caso a la que se niega información, educación y decisión.