por Luis Frías
Fue agridulce el nombramiento de Hugo Sánchez como director técnico de los Tuzos del Pachuca. Sobre el pentapichichi pesa un estigma negro desde que aseguró que bastaba con dejarle en sus manos la selección nacional, para que él la convirtiese en campeona del mundo. Fiel a su estilo de que “cae más rápido un hablador que un cojo”, el goleador tardó más en prometer absurdos, que en ser echado fuera de una selección que, como siempre, no se convirtió en campeona de nada. Como puma que soy, me pesa mucho criticar a ese gran pumaque es Hugo Sánchez. Pero debo reconocer que nunca es bueno tener cerca un hablador.
Además de este hecho que no podremos juzgar cabalmente sino hasta al término del siguiente campeonato, la semana pasada ofreció un grandioso ejemplo de nuestras miserias hidalguenses: el escándalo por el supuesto robo de dinero de los hermanos del ex gobernador Miguel Osorio Chong. Me hizo pensar en una antigua noticia de un político oriental que se sometió al harakiri, luego de que le ventilaran distintos cochupos. ¿Con cuántos políticos se quedaría México, si los corruptos se sometieran a este infalible castigo? Siempre es condenable que en un lugar, especialmente en Hidalgo —cuyos índices de pobreza son famosos—, un político sea descubierto hurtando dinero público a carretadas.
Como se sabe, la agencia noticiosa Reporte Índigo (cuya reputación está ya muy en tela de duda) sacó que los hermanos del ex gobernador Miguel Osorio, actual promotor de Enrique Peña Nieto, habían hecho traslados de cerca de 100 millones de pesos a través del Banco HSBC hacia un paraíso fiscal en Panamá (http://www.reporteindigo.com/reporte/mexico/el-lanal-de-panama).Aunque no se les acusa de nada directamente, por las fechas de los depósitos se entiende que los hermanos Luis y Eduardo habrían tomado ese dinero de las arcas públicas que administraba su hermano Miguel Osorio Chong. Y como el texto dice que los depósitos corresponden “solo” a un año, da a pensar que pudieron existir muchos más en los 5 años restantes de su gobierno. Como en otros casos de “grandes revelaciones” publicadas por Reporte Índigo, enseguida salieron los acusados a aclarar la información. Inclusive, el Banco emitió un cable, desmintiendo la existencia de las cuentas: lo cual, alimenta a los malpensados a decir que sus clientes Osorio pudieron haberle pedido al Banco que sacara ese cable. Y, por su parte,la agencia de noticias ha guardado, hasta este momento, ese silencio que otorga…
La situación supera la anécdota. Además de que evidentemente el reportaje da muestras de tener una naturaleza golpeadora, se trata de uno de los peores ejemplos del periodismo: panfletos con fuentes dudosas cuyo objetivo no es otro que dar un “periodicazo”. Lamentablemente, es ese tipo de periodismo que, salvo honradas excepciones, predomina en Hidalgo; y refleja el nivel de debate democrático que sufre nuestro estado: de dimes y diretes.
Además de esta miseria hidalguense, otra que ha puesto sobre la mesa Reporte Índigo es esa forma de hacer política, típicamente llamada “tenebrosa”, que prevalece en el estado.
Y es que, si Reporte Índigo pudo haberse prestado a un golpeteo, dijéramos, pagado, el fondo temático del asunto y la reacción de Miguel Osorio son todavía más cuestionables. Quien conozca medianamente la vida política del estado, sabe que los hermanos del ex gobernador tenían un nivel de vida, con casas, autos de lujo y guardaespaldas incluidos, que sus carreras como abogado y veterinario difícilmente les podrían haber permitido. De modo que la acusación de que se enriquecieron a través de su hermano gobernador, tiene lógica en el imaginario colectivo hidalguense, donde la transparencia es un pendiente penoso.
Por su parte, la reacción del ex gobernador fue mera retórica. Para hacer algo como proteger el apellido de su familia, dijo que pediría que se eliminara el secreto bancario de sus cuentas y de sus hermanos, y acallar así las calumnias. Eso puede no significar nada para quien ya haya creído la versión del robo de dinero a través de sus hermanos. Además, me atrevo a pensar que no pasaráa más, y el asunto puede quedar en pleito pasajero.
Y esa es la miseria mayor: que los temas polémicos de la polishidalguense los ponga sobre la mesa una publicación de dudosa reputación; que los ciudadanos se traguen esa versión a medias, porque están acostumbrados a un periodismo a medias; y que los acusados se defiendan con pruebas a medias. Y que, finalmente, nadie sepa en realidad qué pasó.
Si me preguntan quién sacó la mayor partida, respondería: Hugo Sánchez. Con tanto interés por el supuesto robo de dinero, pasó a segundo término su polémica contratación como técnico de los Tuzos. Mi deseo es que los Tuzos lleguen a la próxima liguilla. Incluso, por qué no, estelarizar una gran final. Sería algo bueno para los hidalguenses. Aunque sea, ¿no?