por Alberto Buitre
Estoy seguro que estas son las últimas elecciones posibles. El país de más de 60 mil muertos (Washington estima que son más de 100 mil) más 30 mil desaparecidos y 120 mil desplazados, no aguantan más de la fallida “guerra contra el narcotráfico”. Tampoco de la imposición del modelo capitalista que expone en su sistema político electoral a su mejor arma de dominación. El fraude está listo. Será el 1 de julio uno de esos días que marcarán la historia patria. Sólo el voto masivo podrá romper la imposición de Enrique Peña Nieto y darle cierta amnistía en las manos de Andrés Manuel López Obrador; y después, a enfilarse; porque aunque gane AMLO, el Plan Mérida y los estragos del Tratado de Libre Comercio, no pararán. ¿Cuál futuro? Para México, la respuesta luce incierta.
Si la oligarquía mexicana logra imponer al PRI en la Presidencia, México se desbordará en rebeldía desde el Golfo hasta el Pacífico. Los llamados “polvorines” o “archipiélagos de indignación” que recorren el territorio, explotaran. El sexenio estará marcado por el incendio. La revuelta popular, la desobediencia civil y la transformación violenta se legitimará en la boca de las y los mexicanos. Nadie parece dispuesto a soportar otro fraude electoral. Y si pasa, entonces se sabrá que la vía del voto está cancelada.
Peña Nieto cerrará la entrega de los recursos naturales al capital extranjero. Suprimirá a través de una policía nacional cualquier intento de sublevación popular. Hace falta mirar el cúmulo de represión policiaca sucedida en la última semana contra los estudiantes del movimiento #YoSoy132. Se volvieron comunes los informes de estudiantes y activistas golpeados, retenidos y hostigados por parte de efectivos municipales, funcionarios públicos o grupos de choque adscritos al PRI. Las medidas de abierta represión serán institucionalizadas. La “tolerancia cero” se afianzará como política de Estado. La inclusión del general Oscar Naranjo, jefe policiaco del fascista Álvaro Uribe, como asesor de “seguridad” de EPN pinta el escenario: no habrá tregua para los movimientos sociales, obreros y campesinos. Para resumir: la sangre no dejará de correr. La sangre y la tierra. La tierra y el país entero se irán entre los dedos del PRI.
¿Y qué quedará? Nosotros. Como quedamos antes del 1 de julio. Esos amigos que se ahogan en la incertidumbre. “¡Salgan, salgan a votar por AMLO!”, dicen, mientras se entregan al brigadeo, son amenazados, marchan, no se cansan, gastan sus pocos pesos en fotocopiar propaganda, alientan en redes sociales, claman por una esperanza recorriendo las calles, van a la plaza pública los fines de semana, toman el megáfono, alertan de los peligros del PRI, piden el voto útil del PAN y advierten al PRD.
Yo miro su esfuerzo de años. En la vida no han leído El Manifiesto y no entienden de lucha de clases, pero ahí van, haciendo su propia revolución de plumón y papel. Me pierdo en su temor, y me hundo en su legítimo anhelo de paz. Los veo. Los escucho. Me guardo la crítica y les doy la razón. Cada quien se juega la vida como puede. Y si se salvan ellos, me salvo yo. Eso significaría que en el 2018 habrían otras elecciones. Aunque insistamos entonces que esas sí, ahora sí, serían las últimas.
@albertobuitre