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domingo, diciembre 22, 2024

Crisis económica, crisis política

Con el conflicto poselectoral no sólo buscan que perdamos el tiempo, sino que ellos ganen tiempo para organizar mejor la gestión de la crisis, buscando la desvalorización del trabajo tanto por la vía de los hechos, como sustentándola jurídicamente con una reforma laboral.

«Tal objetivo sólo puede ser asumido por los explotados»

 

por Pável Blanco Cabrera

@korchaguine

La crisis de sobreacumulación y sobreproducción de la economía capitalista tiene carácter general y por supuesto alcanza a México. Desde sus inicios en el año 2008 en los EEUU, y a pesar de su fuerte impacto en la Unión Europea, el gobierno mexicano desplegó una campaña mediática para negarla o banalizarla, pero ello no obstaculizó el hecho de que casi un millón de trabajadores fueran al despido.

La crisis económica no se detuvo aunque funcionarios calderonistas afirmaron que se trataba solamente de un “catarrito”, y hoy día se resiente con mayor dureza en el salario de los trabajadores afectando drásticamente el nivel de vida de sus familias.

Los trabajadores mexicanos que se encuentran emigrados en los EEUU también se ven afectados, y como se sabe las remesas que ellos envían son la segunda fuente de ingresos para el país, después del petróleo.

Aunque insistió en negarla hasta donde pudo, el aparato político de dominación de la burguesía y los monopolios si adoptó las medidas internacionales del capital frente a la crisis, las cuales son dirigidas a la desvalorización del trabajo y al rescate de los bancos y la industria con la riqueza social.

La tendencia a la bancarrota es inevitable. Economistas y estudiosos documentan que ésta crisis preludia la bancarrota del sistema, que más allá de la economía es también cultural, una crisis de civilización. Los datos de desempleo y pobreza solamente en los EEUU son contundentes. Atestiguamos cómo el conflicto socioclasista en la Unión Europea se ha agudizado. Huelgas generales de gran trascendencia confrontan a los monopolios en Grecia, Portugal, Francia, Italia, España. El nivel de vida de la clase trabajadora descendió drásticamente y en las capas medias se aceleró la tendencia a la proletarización. Los fondos sociales se destinan al rescate de las empresas y bancos en quiebra, en tanto que aumentan las horas de trabajo, se recortan los salarios, pensiones, jubilaciones, desaparecen los aguinaldos, las vacaciones y se anulan los contratos colectivos. El trabajador es condenado a nuevas formas de esclavitud, trabajando más horas gratuitamente para la patronal. Se disminuye el seguro de desempleo y aumenta la presión para disolverlo.

La confrontación capital/trabajo es visible, y es lo que marca la lucha política. Con la situación en Grecia y en España, todo el capital emite declaraciones y hace maniobras todos los días. Sus voceros están en actividad constante. Las cumbres económicas y políticas de los últimos tiempos atienden con prioridad el tema, y en una de ellas, Calderón se atrevió a dar consejos y propuso medidas frente a los acontecimientos en Grecia.

Pero en México el tema no ocupó la atención en la campaña electoral. Todos los candidatos omitieron la cuestión. Y sin embargo lacera de forma indignante la vida de las familias trabajadoras.

No es un tema pasajero, ni estamos en la salida de él. Es un asunto central y afecta diariamente a la clase obrera y las capas medias. La depreciación del salario lo coloca cómo uno de los más bajos del Continente, con la disminución del poder adquisitivo de manera continúa en los últimos 30 años. Aumentaron el precio de los alimentos, los servicios, el alquiler de la vivienda, el transporte, la luz, el gas.

Al PRI, PAN, PRD, PT, MC, PVEM, PANAL -tal como lo demostraron en la campaña electoral- no les importa en lo más mínimo la situación de la clase trabajadora, ni de las capas medias. Su pretensión es que el pueblo sólo sirva para presionar a favor de uno u otro bando en los conflictos pasajeros intermonopolistas durante las temporadas electorales.

Con el conflicto poselectoral no sólo buscan que perdamos el tiempo, sino que ellos ganen tiempo para organizar mejor la gestión de la crisis, buscando la desvalorización del trabajo tanto por la vía de los hechos, como sustentándola jurídicamente con una reforma laboral.

La resistencia de los trabajadores, impedir que continúe el empobrecimiento de los niveles de vida, que nos coloquen en mayor miseria, se eslabona necesariamente con pasar a la ofensiva, derrocar el poder de los monopolios y construir un poder de los trabajadores, un poder obrero y popular. Ello no es sin embargo posible esperando que resulte del espontaneismo o cómo resultado de la acción por la acción misma. La orientación más general es que la condición básica es la existencia de un movimiento obrero, sindical y popular autónomo e independiente, que pasa por la derrota del corporativismo de la CTM, UNT, CT, del sindicalismo vinculado al PRI, al PAN y a la socialdemocracia.

Pero tal objetivo sólo puede ser asumido por los explotados, después de asumir consciencia de sus intereses inmediatos y futuros.

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