Omar Fayad es un político ducho, forjado en los años donde el PRI seguía siendo el partido fuerte, cercano a sus sectores populares, represor y nacionalista, aún alejado de las épocas actuales donde, por pura gula ladrona, ha entregado sus estructuras a lavadores y juniors.
Desde muy joven se acercó a buenos árboles. Demostró interés por la cultura y aprendió de Arturo Herrera Cabañas, el más importante promotor cultural que ha tenido el Estado. Como político, se hizo al ejemplo del Jesús Murillo Karam gobernador, aquel que -muchos años previos al lamentable Jesús Murillo de la “verdad histórica”-, fue capaz de formar un gabinete con elementos de la oposición de izquierda y de derecha, y resolvía personalmente conflictos en la Huasteca, sin temor a exponerse.
De tal manera, su conducta partidista ha sido desenfadada. Nadie en las altísimas cúpulas tricolores lo quería de candidato. Olvera, apostó a Fernando Moctezuma. Osorio, quería a Nubia Mayorga. Beltrones, le dio cancha a José Antonio Rojo. Pero Omar se impuso a fuerza de popularidad, presionado con el hecho – acaso no dicho-, de que sin él no había triunfo seguro. Tanto, que habíamos varios quienes lo colocábamos como el primer gobernador independiente en la historia de Hidalgo, si es que el PRI le negaba la nominación. ¿No hasta se intentó reformar la ley electoral, prohibiendo el registro de candidaturas independientes si es que éstas ya habían participado en un proceso interno partidista? Pero no les salió la dedicatoria, y ésta murió en manos de la Corte. La ley anti-Fayad. Y es que en todos los escenarios, aún compitiendo contra su propio Partido, él era el favorito.
Así, nadie le regaló nada a Omar. Su candidatura se forjó por sí misma, no de ahora, sino desde dos periodos previos. Se hizo a un lado en el 2005 para dejar pasar a Osorio. Volvió a ceder su lugar a Francisco Olvera, en el 2010. Le pidieron lo mismo ahora, pero no se dejó. Y ahí está de candidato, a fuerza de voluntad. Y de conocimiento, experto en las formas priístas; especialista en los quién, en los cómos, en los cuandos y en los por qués.
Pasando por en medio de todos, logró autonomía. Hasta cierto punto, Omar Fayad es un candidato independiente, que participa con las siglas del PRI. Su llegada a cuarto piso es un trámite que se cumplirá el próximo 5 de junio. Sólo algo insospechado lo evitaría. Entonces, como ahora, dictará su propia agenda e impondrá su estilo. No le debe nada a nadie, en este proceso. Al menos nada que ate sus manos ridículamente, como le ocurre a quien se convertirá en su antecesor en el cargo. Por eso ha podido criticar al Tuzobús y decir que no sirve y lo modificará. Por eso podrá decir lo que quiera, prácticamente. Es perspicaz. No cometerá dos veces los errores de la #LeyFayad. De ello, y de las recientes protestas en Pachuca -tengo indicios-, ha aprendido que no puede tratar a la gente como tonta. Así, se adelanta una vez más a su Partido. Él es su único rival. El es único capaz de derrotarse a sí mismo en esta contienda. Como gobernador, él será el único culpable de sus triunfos y de sus errores, toda vez que ha decidido hacerse su propio camino. Eso puede interpretarse como una virtud… o como un peligro.