BUENOS AIRES— Desde un aspecto puramente social y observando comportamientos, lejos de arrogarme ser un especialista en esa materia y solo usando la lógica, es que me permito plantear esta cuestión: Si bien nunca se debe generalizar —ya que todos en menor o mayor grado somos distintos—, cada uno con su individualidad, existen grupos de personas que comparten afinidades. Algunos grupos son más grandes, otros más pequeños, minúsculos, pero todos ellos, todos, creen que lo que comparten o acuerdan en común es lo mejor.
Especie política
En política, quienes son amantes del libre mercado creen que ese es el mejor sistema para una sociedad. Que el mercado lo regule todo, o mejor dicho que no haya regulación, que todo fluya.
En ese sistema no existe equilibrio, no hay equidad, se parece mucho a la ley del más fuerte, porque en realidad nada fluye libremente, sino que esa fluidez está sesgada por grupos concentrados de poder económico que le imprimen sus movimientos al «libre mercado».
Por otro lado, al no haber regulación, se deja a la buena de Dios a grupos de gente que, al no poseer poder económico, no pueden pertenecer al grupo selecto de toma de decisiones y menos aspirar al progreso en su vida. Quedan marginados de la sociedad ideal.
Una vez me dijo la politóloga Luciana Ghiotto que las empresas o las corporaciones no tienen obligación de tener una responsabilidad social. Es cierto, por eso son empresas, para ganar dinero, para imponer su producto, para elaborarlo lo más barato posible, y venderlo en condiciones ventajosas. Pura lógica comercial.
Pero esas empresas o corporaciones son conducidas por personas, personas prescindibles por supuesto, y su suerte puede cambiar de un día al otro. Y he ahí la clave: no tienen las empresas la obligación de una responsabilidad social, pero las personas que las conducen deben tener «sensibilidad social».
Y sin embargo no las tienen, salvo para deducir impuestos a través de alguna donación, que no se hace por generosidad, sino como otra ventaja que otorga el sistema para ganar más dinero.
En conclusión, excluye a quienes tuvieron menos oportunidades de éxito, o no las tuvieron directamente. Y estos son las variables económicas incluidas en el sistema, ya que se los considera un gasto y no una inversión, o bien considerar los derechos naturales a una remuneración justa de acuerdo a la labor que desarrolle (Derecho constitucional en Argentina).
Este sistema es por demás injusto y contiene una carga opresiva para todo aquél que no encuadre en la élite encumbrada.
Comprende una gran carga de mezquindad, de egoísmo, de prepotencia, de malos tratos y racismo. No se puede decir que sea un sistema democrático, las oportunidades no son para todos igual y menos que haya intención de equidad en la distribución de la riqueza.
Es un sistema de ricos para los ricos, es un sistema para privilegiados, es un sistema impiadoso.
Si nos vamos al otro extremo, a un sistema igualitario por demás, como propone el comunismo, podemos decir que tampoco es justo.
Naturalmente no somos todos iguales, somos todos diferentes, en capacidades, en anatomía, en pensamientos, en fuerza de trabajo, en un sinfín de cuestiones. Por lo tanto, esa igualdad impuesta por el sistema comunista, si bien será equitativo para todos los que vivan en el, lo será solo en la parte material, y dentro de lo material, en las cosas comunes a los que integren ese sistema. Y tampoco se da así en la realidad, porque influye el factor humano, imperfecto, vicioso, mañoso, disconforme, voraz, envidioso y ególatra.
En tanto que en el sistema comunista han existido jerarquías, corruptelas varias, y preeminencia de los jerarcas por sobre el resto. Ni hablemos de la burocracia y el control social por excelencia.
La libertad de culto es de casas para adentro, la expresión disidente o diferente es de mentes para adentro, y menos libre aún es el reconocimiento a los esfuerzos individuales.
No existe la propiedad privada, todos reciben la asistencia del Estado que con su rasero iguala para abajo, por lo tanto, no diferencia esfuerzos ni capacidades: un médico es remunerado de la misma manera que un obrero, o cualquier otro trabajador diferente.
La naturaleza no es homogénea, ¿porque el ser humano debe serlo?
Conclusión: Este sistema tampoco es justo, también es opresivo, por lo tanto, no es el mejor.
¿Occidente u Oriente?
Comprensión, es la palabra para que unos a otros, unas a otras, se puedan entender. Si bien a lo largo de la historia se ha identificado a Occidente con lo material y a Oriente con lo espiritual, hoy en día las cosas están mezcladas.
No hay país que no sea capitalista, hasta China se ha vuelto al capital. Pero en este aparte lo que importa es dilucidar que le pasa a nuestra especie con respecto al trato social.
Y aquí hay mucha tela para cortar, y las mismas circunstancias suceden en todas partes del globo.
Sea en América Latina, donde la grieta entre los fans del american way of life y los partidarios de la libertad y autodeterminación es cada vez más amplia y profunda. Aquí podemos constatar claramente que es lo que pasa con los pueblos. Desaparecen cuarenta y tres estudiantes en México, se indigna con exageración la mitad del continente, la otra mitad hace como que no ha visto nada, ¿Esto es normal? Estamos hablando de vidas jóvenes, de chicos recién salidos a la vida, que su pecado no puede ser más grande que una protesta, pero a alguien debe haber molestado y por eso los desaparecieron, que es la forma más cruel de dolor y angustia que se le pueda imprimir al ser humano, sea la víctima o su familia y amigos.
Si esto ocurre en nuestras cercanías, ¿qué podemos decir que comprendan otras culturas y costumbres? ¿Cómo se puede conciliar a grupos sociales, distintos naturalmente, que están sometidos a la presión del mass media y las decisiones políticas que adoptan sus gobernantes, alineados con las políticas hegemónicas que promueven las divisiones para reinar?
Ya no podemos hablar de occidente u oriente, debemos hablar de occidente y oriente, debemos hablar de todos y todas, hacer el intento de conciliar una humanidad en su propia humanidad.
Hay que recurrir a la humanidad sin pensar, sin racionalizar, porque cuando se racionaliza comienzan de nuevo las disputas.
Si uno observa las reacciones de los pueblos o de los grupos sociales en pugna, se puede advertir que lo que se crítica al otro es el espejo de cómo actúan los que critican.
Es evidente que existe una mirada tuerta, que sólo se ve un costado, y convencidos de su media mirada siguen caminando por la tierra como si nada importara, ni siquiera su postura tan reacia y fundamentalista que ven en quienes les apuntaron acusar.
La lectura selectiva, la incomprensión de los textos, el hacer prevalecer la muletilla aprendida sin argumento relativo al tema expuesto, todo eso configura en ver la paja en el ojo ajeno y no advertir la viga en el propio. Aquí es cuando se infiltra el ojo por ojo, y teniendo en cuenta que la mayoría es tuerta, entonces sí, como dijo Ghandi, el mundo quedará ciego.