Este fin de semana Roger Waters trajo a la CDMX un concierto gratuito lleno de Rock Progresivo y crítica social, dando lugar a un fenómeno social paradójico entre sus críticos y asistentes. Pero, ¿de verdad es Roger Waters otra cortina de humo distinta a la Trakalosa de Monterrey?
El pasado 15 de septiembre, Enrique Peña Nieto celebraba un grito de independencia lleno de acusaciones de no permitir a la gente da pie entrar al zócalo y llenarlo con acarreados, a fin de que no se hicieran reclamos públicos sobre su administración. También, por segundo año consecutivo, miles de voces críticas acusaron al gobierno federal, pero principalmente a los actos confirmados de entretenimiento para dicho evento, de fomentar la ignorancia racional de la sociedad mexicana, y hacernos olvidar los asuntos urgentes nacionales a ritmo de banda, este año, fue con la Trakalosa de Monterrey.
“Traidores a la patria” rezaban comentarios, memes, y otras publicaciones extremistas que acusaban a estos gruperos de ser parte de un montaje mediático de distracción que evitara transmitir por las pantallas un país dividido por sus problemas políticos y sociales que se han agravado en las últimas semanas. «Conspiradores capitalistas en busca de la obediencia popular, cuyo fin maléfico de existencia no es nada más que ser parte de un plan integral para hundir al individuo común en su propio oscurantismo y sumisión social».
Sin embargo, cinco días después, el gobierno de la CDMX anunciaba con bombo y platillo la presentación gratuita en el Zócalo de la ciudad del mítico Roger Waters, una de las mentes maestras detrás de la leyenda melómana atemporal que significa Pink Floyd, icono por excelencia de la transgresión musical y social; estandarte de la crítica al capitalismo, a la visión industrializada de mundo y a la automatización del individuo; haciendo que los feroces críticos de la Trakalosa olvidaran las teorías de la conspiración en contra de “los músicos vendidos traídos por los gobiernos”.
Tampoco fueron pocas las voces que acusaban a los fans de Waters de doble moralistas, y se burlaban en mismas publicaciones digitales de lo que catalogaban como “un discurso convenenciero falto de principios sociales bien sustentados y listos para ser intercambiados por la siguiente tendencia posmoderna del día”.
Entonces, si la premisa básica de la crítica a la Trakalosa era que apoyaron al gobierno en un montaje distractor de los problemas sociales y fomentaron la ignorancia y el egoísmo colectivo, ¿qué hace distinta dicha presentación de hace una semana, a la del ex líder de Pink Floyd de hace dos días? Y la respuesta es: NADA… son exactamente iguales.
(Sin embargo, antes de que crucifiquen este escrito y me acusen de alineado derechista y fanático de la banda, permítanme terminar esta postura):
Claro, los fans de Waters defendieron a capa y espada su postura cambiante, alegando que el británico siempre llena sus conciertos con discursos críticos a los gobiernos del país donde se presenta, que es una activista social y político y que por décadas ha defendido causas que fomentan el bienestar social (lo cual, es necesario apuntar, es cierto). Muchos otros más, en un discurso absolutamente clasista y discriminatorio, se limitaron a centrar su defensa en “porque la Trakalosa hace música de mierda y Waters no” (lo que es lo equiparable a decir “porque yo valgo más como persona que los que no piensan como yo, y por eso yo tengo derechos y ellos no”; y lo cual, es el mismo sustento de movimientos fundamentalistas como el yo decido x la familia… pero eso es tema de otra columna).
Sin embargo, a pesar de que cada postura puede encontrar argumentos perfectamente válidos en favor y en contra, lo cierto es que ninguna de las dos presentaciones significa algo diferente en su papel como entretenimiento para las masas… pero, lo fundamental de este alegato, es que, Ni Waters ni la Trakalosa hicieron absolutamente nada malo.
El papel del gobierno como proveedor de bienestar social, no sólo incluye los beneficios básicos de salud, alimentación, seguridad, vivienda, infraestructura pública, derechos humanos, entre otros: el gobierno como institución, es también responsable de fomentar cultura y entretenimiento, y la participación social de sus individuos. Cierto, tal vez en comparación con las grandes necesidades de México, el entretenimiento y la participación social caigan en un nivel muy bajo de urgencias de cobertura, pero eso no significa que no se deban atender. Así pues, sí es obligación del gobierno destinar recursos para eventos como los dos conciertos analizados.
En el caso específico de la Trakalosa, la celebración del 15 de septiembre es responsabilidad gubernamental y debe destinar recursos para conmemorar y fomentar las fechas patrias y la construcción de la identidad nacional. Además, tal vez las necesidades de protección popular del presidente en turno sean mucho mayores a otras administraciones, pero lo cierto es que desde siempre se han presentado innumerables actos musicales en las celebraciones del zócalo. Los músicos son pagados para esto y para ellos (aun cuando dichos actos podrían tener o no una ideología política especifica que les haga aceptar o rechazar dichas invitaciones), es nada más que una presentación de negocios y de promoción que no tiene nada que ver con la polarización política coyuntural. Al final: el gobierno cumple su responsabilidad de fomento cultural y tradicional, y la banda decide aceptar una oportunidad de alcanzar a miles de personas en una presentación.
Por su parte, Roger Waters está aceptando la invitación a un evento de la misma índole, que cubre las obligaciones gubernamentales de fomento cultural, de fomento a la participación cívica y a su pleno derecho de uso de una plaza pública; Waters, al tener una agenda política personal, evalúa si accede a la invitación de un gobierno a este tipo de eventos. En este caso, es un negocio para él que no choca con su imagen y acepta participar en este concierto; el cual, por cierto, el gobierno de la CDMX ha afirmado que no se paga con impuestos, sino que son corporaciones y particulares los que costean los honorarios del músico, mientras que la ciudad se encarga de la logística y seguridad del evento.
Así, en ambos casos, es otro ganar – ganar en cuestiones de negocios, responsabilidad social y relaciones públicas para el gobierno, los músicos, los patrocinadores y por supuesto, para los fans de ambas agrupaciones que pueden asistir a un evento que, de otra forma, su economía difícilmente les permitiría presenciar.
Por supuesto, no todo es color de rosa en ambos eventos: al final, la participación de una banda tan popular como la Trakalosa permitió llevar a más personas que los hizo distraerse de su realidad precaria a un evento donde existía el riesgo de una protesta social; mientras que Waters va por un target de consumo crítico que también guardó silencio en un fin de semana donde la ideología de este segmento de personas suele ser muy crítica por las fechas conmemorativas en México (y la prueba está en que ni siquiera la mitad de las personas que fueron a Waters el sábado y se llenaron la boca gritando “fuera Peña”, “ni perdón ni olvido” o “nos faltan 43”, estuvo presente el domingo para conmemorar el 2 de octubre)… sin embargo, a pesar de que ambos eventos pueden ser usados como las famosas cortinas de humo de las que tanto reclamamos su existencia (Shanto Iyengar, ya establecía como efecto Priming de la mass media, la concentración de la imagen pública de una actor político a partir de los eventos efímeros que sucedían en el momento actual, y no en la generalidad de su rendimiento); y a pesar de que las dos administraciones bien pudieron manipular la popularidad de los artistas y usarlos como distractores, ambos casos terminarían siendo una manipulación mediática del gobierno y los medios, mas no de Waters y la Trakalosa.
Lo mismo sucede con otras “cortinas”: ni las telenovelas, ni el fútbol, ni la farándula tienen la culpa de si llegan a ser usados como distractores: la culpa compartida es del círculo vicioso gobierno – medios – sociedad: tanto de gobiernos ineficaces que necesitan que la gente no sea crítica; de medios que rehúyen de su responsabilidad de informar para concentrarse en el negocio de entretener; como de una sociedad cuya ignorancia racional (es decir, el desconocimiento de causas profundas por voluntad propia y no por falta de capacidad intelectual) les hace concentrarse en asuntos de poca relevancia, pero más entretenidos, en vez de preocuparse por los asuntos trascendentes para su propio progreso social.
En resumen: si tú que estás leyendo esto fuiste al zócalo a ver a la Trakalosa o a Roger Waters (¡O si eres tan versátil en la música que fuiste a ambos!), no te sientas mal, estás en tu derecho, es obligación del gobierno proveerte estos momentos, y los músicos sólo quieren hacer música… sólo que, cuando el concierto termine, recuerda que no debes dejar de prestar atención al destino de tu país…