“Pues estas ilustraciones -afirmó el hombre-, predicen el futuro.”
-Ray Bradbury. “El Hombre Ilustrado”, 1951.
El nórdico Kamprus tiene su piel verde perlada de un sudor que le llega a los ojos.
Es ese sudor que produce el sol del Estado de Hidalgo, el cual también lastima los ojos de los hombres que contemplan con extrañeza las piernas de Kevin, sentado junto a ellos en una banca de la Plaza del Reloj de Pachuca.
Y desde esas piernas Kamprus les devuelve una mirada amenazante mientras pone sus garras sobre un niño que se ha portado mal.
“Son ilustraciones de piel… No son tatuajes” dice el artista conceptual transgénero Vlad Demián DiBlassio, mientras acaricia al Kamprus de su pierna izquierda, como tratando de calmarlo.
En su libro “El Hombre Ilustrado” de 1951, el escritor de ciencia ficción Ray Bradbury retrata la vida de un hombre con ilustraciones vivas en la piel. Imágenes que cuentan historias, que cuentan el futuro.
“No son tatuajes” recalca de nuevo, en tono desafiante Demián, mientras dirige una mirada retadora a sus compañeros de banca, quienes continúan observando casi hipnotizados aquellas imágenes entre las que destacan colores y formas extrañas.
Calaveras, letras, números animales fantásticos… figuras que acompañan a Kamprus, aquel espíritu que, según las leyendas nórdicas y germanas, acompañaba al Santa Claus folclórico y se encargaba de castigar a aquellos niños que se habían portado mal.
Imágenes de pesadillas para muchas personas, pero que en el mundo de Demián y en su obra, tienen otros significados:
“¿Por qué pinto demonios en las vidas de las personas? Porque yo sé, y lo siento, que todos tenemos un lado bueno y un lado malo, un ángel y un demonio bueno… el bien y el mal, la ternura, delicadeza con lo grotesco. Por eso mismo, jamás sigo el patrón de nadie ni de nada siempre uso mi rebeldía en mi arte”
Pero el cuerpo transgénero de Demián, es también territorio de arte… y de contrastes.
A unos centímetros de distancia de Krampus, un tierno equino de “Little Pony” multicolor sonríe de una forma incompatible con los niños castigados por la deidad nórdica.
“Ambos son parte de mi personalidad, de mi dualidad, de mis contrastes, de mi ser hombre, pero también de mi parte femenina… Mi vida artística cómo Damián se basa entorno a mi vida, a lo que he vivido, triunfos, derrotas, alegría, tristeza, odio, vaya sentimientos encontrados… todo plasmo en mis pinturas en mis esculturas incluso en mi etapa de bailarín de flamenco”.
Hombre heterosexual, acompañado de su novia, Demián destaca por su fuerte discurso de visibilidad transgénero, que contrasta de manera radical con la común práctica de invisibilidad del sector trans masculino.
Y no solo por sus tatuajes, perforaciones o por su lenguaje corporal, extrovertido y confrontador.
“La verdad es que yo siempre he dicho que lo que cargas entre las piernas no te hace más hombre o más mujer, lo que te hace realmente tu es la firma en la que eres piensas expresas sientes, eso te hace esa persona, eso yo les digo no por tener barba te hará el máximo hombre o por tener súper senos te hace mujer…”
“Y yo sé lo que soy, un hombre como tal, no tengo problema con juntarme con mis amistades travestis y maquillarme y ponerme pelucas ya que no me va a quitar mi hombría… la forma en que te vistes eso para mí es algo normal”
Y añade:
“No sé por qué la gente debe decir rosa-niñas y azul-hombre; o sea ¿por qué? Yo cuando me vea más masculino no dejare de usar cosas femeninas, eso no me hará menos hombre. Es por eso que a veces los hombres trans se sacan de onda, y claro es respetable, cada cabeza es un mundo y es respetable como vivan como hablen, como vistan, somos libres y a vivir…”
En el libro de Bradbury, la historia casi termina cuando las ilustraciones en la piel del hombre están a punto de terminar sus historias. En el libro de la piel de Vlad Demián, las historias apenas comienzan.