PACHUCA . –Hubo cambios en la familia universitaria; y no me refiero a la gran familia que conforma la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH); no, me refiero a la familia Sosa Castelán. Porque es bien sabido que todo lo que ocurre en la máxima casa de estudios pasa por las manos del cacique universitario: Gerardo Sosa.
De esta manera, deja la rectoría Humberto Veras Godoy (aludiendo una invitación a trabajar a la ANUIES) para que, Adolfo Pontigo Loyola, otrora Secretario General de la UAEH, ocupe el cargo de rector. Hasta ahí, los cambios obedecen “probablemente” a una dinámica de carácter laboral. No obstante, la nota se encuentra en el puesto que se quedó vacante. Es decir, ¿quién ocuparía la Secretaría General? No hay que pensarlo demasiado, Gerardo impuso a su hermano menor: Saúl Agustín Sosa Castelán.
De tal forma que los cambios en la UAEH tienen otra intensión, no son motivados por un plan estratégico para impulsar el desarrollo científico de la educación superior (por ejemplo); sino que se trata de una mera y vulgar estratégica del clan Sosa Castelán para perpetuarse en el poder.
Dicho con claridad, Gerardo impone a su hermano en la Secretaría para que en un futuro (no muy lejano) el benjamín de la familia sea envestido como rector. Y de esta manera, seguir manteniendo el pleno control, hegemonía y dominación de lo que ocurre en la universidad.
Estos movimientos son deleznables desde cualquier óptica. Pero, por si no fuera demasiado lo anterior; resulta que el nuevo Secretario General, según información del diario Criterio del 2 de noviembre: “no aparece con cédula en el Registro Nacional de Profesionales y cuenta con averiguaciones previas en su historial por delitos como homicidio y robo”.
Respecto de estas averiguaciones el semanario Proceso documentó los hechos en su edición de 1991 donde “al hermano del presidente del patronato de la UAEH se le señaló por los delitos como asalto y homicidio en las averiguaciones previas 5/65/989, 5/100/989, 5/103/989, 5/169/989, 5/170/989 y 5/l72/989, iniciadas en Huejutla”.
Una carta de presentación un tanto incómoda para alguien que puede ser rector de la universidad pública más grande del estado; institución que, según el diario “El independiente”, está dentro de las 50 mejores universidades de Latinoamérica.
Pero, al parecer, a la familia Sosa no le preocupan estas nimiedades. Mientras que Gerardo se encuentra afianzado en el Patronato que administra el pabellón universitario, el rancho, el club, la editorial y el transporte universitario, entre otras empresas, su hermano ya se perfila como rector sin mayores obstáculos a la vista.
Ante este panorama cabe preguntarse ¿Hasta cuándo veremos una renovación de quienes administran la universidad? ¿Cómo se puede poner un alto a la ambición de Gerardo Sosa? ¿Cuándo existirá un mecanismo democrático en la asignación del rector en la universidad?
Hace falta que los propios universitarios sin necesidad de pedir la intermediación del gobierno (que por cierto, ha sido pasivo a lo que ocurre al interior de la UAEH) tomen cartas en el asunto para tratar de erradicar ese faraónico poder que tiene Sosa.
En todos los círculos sociales se discute sobre el daño que le hacen a la sociedad los políticos pervertidos por los excesos (dinero, poder, lujos, corrupción). De la misma manera, hay que erradicar a los entronados en los cargos de la UAEH, que utilizan esos espacios como herramienta para impulsar proyectos personales (fracasados e inacabados, por fortuna) pero pagados e impulsados a costa de todos los universitarios.
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