El día de la madre, como toda celebración creada comercialmente, tiene intereses económicos y políticos que buscan consolidar el poder hegemónico.
El 13 de abril de 1922, Rafael Alducin, director del diario Excelsior, promovió el instituir en México el 10 de mayo como día de la madre. Sin embargo, la principal causa de esta celebración fue contrarrestar el creciente movimiento feminista mexicano, el cual se gestaba en Yucatán desde 1916, y en el que se agrupaban cientos de mexicanas pugnando por legislar sobre la regulación de la natalidad, el divorcio y el voto femenino.
El 10 de mayo de 1922, el periódico “Excelsior” editorializaba: «Hoy, que en el extremo meridional del sureste se ha venido emprendiendo una campaña suicida y criminal contra la maternidad, cuando en Yucatán elementos oficiales no han vacilado en lanzarse a una propaganda grotesca, denigrando la más alta función de la mujer, que no sólo consiste en dar a luz, sino en educar a los hijos que forma su carne, es preciso que la sociedad entera manifieste, de una forma banal si se quiere, pero profundamente significativa que no hemos llegado a esa aberración que predican los racionalistas exaltados, sino que lejos de ello, sabemos honrar a la mujer que nos dio la vida. Por ello, este 10 de mayo, oponemos el Día de las Madres».
Así, el miedo ante las ideas progresistas en torno a la igualdad de género movilizó a las autoridades para contraatacar al feminismo, celebrando la abnegación de las mujeres ante los otros, mediante el pretexto de la maternidad.
Hoy en día resulta difícil pretender erradicar esta celebración, pero sí puede cambiársele el sentido para promover las maternidades diversas y libres de estereotipos, cuestionando lo que nuestras madres han sido obligadas a ser y que ellas no necesariamente deseaban, como sacrificar su realización personal y profesional, en nombre de los valores familiares y de esa necesidad cultural (y no biológica) llamada “instinto materno”.