Desde hace algunos años, la Secretaría de Cultura a través del Instituto Mexicano de la Cinematografía ha buscado posicionar el 15 de agosto como el #DíaNacionaldelCineMexicano. Con resultados variantes en su difusión, impacto y alcance, lo cierto es que la fecha es el pretexto perfecto para analizar en perspectiva la coyuntura de la industria cinematográfica mexicana y ver sus vicios, virtudes y realidades.
Muchos artículos se podrán encontrar con un enfoque gubernamental, comparativo entre administraciones, con leyes y apoyos financieros, y con cifras de asistencias… pero, más allá de debates políticos y económicos, lo cierto es que el cine mexicano está vivo, muy vivo, y a diferencia de lo que muchos círculos de analistas quisieran aceptar, en una de las épocas más definitorias de su breve historia de apenas un siglo.
Hace un par de meses se difundió de manera ávida un artículo de un sitio de críticas acerca de lo que llamaban “la decadencia del cine mexicano”, aquejando dicha situación al exceso de comedias genéricas y ligeras, a la ausencia de originalidad y al uso excesivo de los mismos y limitados actores (palabras más, palabras menos).
Si bien algunos de los argumentos presentados tienen cierta validez, ¿es real tan dramática, catastrófica y definitoria sentencia? ¿De verdad está en plena decadencia el cine mexicano?
En la postura de quien esto escribe, la respuesta es un rotundo NO:
Hay muchos elementos que cuestionar en aquel artículo, y en especialistas, personas de la crítica y analistas de cine con la misma postura. Fundamentalmente, porque dicha visión del cine mexicano es pretenciosa, prejuiciosa y reduccionista:
Primeramente, porque presentar una visión de falsa superioridad moral despreciando el cine comercial habla más del crítico que del analizado: Si se usa la «alta cultura» para minimizar el consumo cultural promedio, entonces la primera no te ha servido de nada para hacerte mejor persona… pero vamos más allá del ad hominem y los propios traumas de quienes escribimos:
Pensar que el cine mexicano está en decadencia por el exceso de comedias, es algo que termina por prejuiciar e indirectamente refleja un gran clasismo, dado que TODAS las industrias cinematográficas nacionales de cada país (desde Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Asia, Latinoamérica, etc.), están plagadas de lo que despectivamente denominamos “comedias románticas insulsas” o “cine de acción descerebrado”: en EUA por ejemplo, por cada P.T. Anderson, Scorsese, Day Lewis, etc. Hay montones de Bay, Sandler y Avengers… y la existencia de estos últimos no hace menor la obra de lo primeros (tal vez todo lo contrario); mientras que los aportes al cine de estos mismos no deberían hacernos sentir mal por desconectarnos del mundo y la rutina y disfrutar un buen momento viendo una película de los segundos.
El otro punto fundamental para argumentar la dichosa decadencia, ha sido el contenido clasista y discriminatorio del cine mexicano comercial de la actualidad, sobre todo haciendo énfasis en la aporofobia y la misoginia…
Toda industria del entretenimiento termina siendo un reflejo interdependiente de su sociedad y viceversa. El mensaje en el Cine, la TV, la Música, son una consecuencia del nivel de prejuicio y conservadurismo, de la desigualdad y descomposición social y por supuesto, de la polarización política… No se puede negar que la perpetuación de dichos estereotipos es un común en los guiones de las producciones más taquilleras de los últimos años, pero (además de que, otra vez, también es un estándar en el cine internacional) lo cierto, es que en todas las épocas de la industria mexicana las obras maestras han tenido que surgir de entre un mar de intrascendencias o tramas burdas que reflejan lo peor de la sociedad.
Pero no solo es el estándar de producciones: una revisión contemporánea de muchísimos de los clásicos de la época dorada del cine mexicano podría mostrar lo mal que, en lo general, han envejecido sus tramas, la criminalización y estereotipo clasista de sus villanos, la misoginia normalizada en sus parejas, o el conservadurismo social como moraleja… y eso ha estado ahí y no ha cambiado, sin importar si el protagonista es Pedro Infante u Omar Chaparro, María Félix o Martha Higareda, Cantinflas o Eugenio Derbez… la calidad histriónica puede ser muy diferente y discutible, pero la construcción, representación y perfil de sus caracteres, sigue siendo prácticamente el mismo que representa los tópicos de entretenimiento de una sociedad doble moralista, clasista y racista como la mexicana.
Otro argumento ha sido la falta de originalidad en el cine mexicano… de eso ni siquiera vamos a hablar, dado que basta revisar la cartelera comercial internacional para darnos cuenta de que está llena de remakes, secuelas y productos descaradamente nostálgicos (no importa cuándo leas esto)…
Finalmente, y todavía más importante: formarse una opinión del cine mexicano pensando que las carteleras comerciales son el único reflejo del cine que se hace en una nación (nuevamente, es un problema que “aqueja” a todas las industrias de cine de cada país), sería no solo reduccionista, sino francamente ridículo….
Tal vez sea mi arbitraria visión posmoderna y generacional, pero ésta parece estar muy, muy cerca de ser una nueva gran época de oro del cine mexicano: siempre habrá “comedias ligeras, insulsas y ridículas”, pero allá, en la independencia, hay quien aún defiende el cine de autoría y el arte en la cinematografía: en esta década hay grandísimas obras mayores nacionales, un extenso reconocimiento internacional, y principalmente, una nueva generación de directores y directoras absolutamente brillantes, que va más allá de los «tres grandes» directores mexicanos en Hollywood, y que tiene todo el potencial para llevar al cine mexicano a terrenos superlativos:
Amat Escalante ha alcanzado un nivel artístico y narrativo que recuerda a Tarkovsky; Sebastián Hoffman ha perfeccionado sus historias complejas y hasta torcidas en el thriller y el drama; Michel Franco y Alonso Ruizpalacios han dado una profundidad enorme a los relatos cotidianos; Tatiana Huezo pinta para ser la mejor directora documental del país; Isaac Ezban, Jorge Michel Grau e Issa López crearon respectivamente las mejores y más originales películas de ciencia ficción y terror mexicanas en muchos años… esos son solo algunos nombres en una pléyade de grandísimos talentos mexicanos que existen hoy en día en la dirección.
Así que nada de decadencias: ésta es una época brillante para el cine mexicano como arte y una lo suficientemente redituable como industria… los males de las películas comerciales mexicanas no son diferentes a las del cine internacional, y obedecen más a un problema de normalización de la discriminación, que de contenido artístico. El problema, como siempre en la industria mexicana, sigue siendo la distribución y el alcance, no la calidad.
Así que no caigamos en tendencias pseudointelectuales y hagamos a un lado aquellas voces con falsa superioridad moral que no entienden que el cine, además de arte, es (para bien o para mal) también industria:
Porque al final, más allá del séptimo arte, sino en el arte mexicano en general: si tú crees que ésta es una época de decadencia y de mala calidad, es simplemente porque no estás buscando correctamente: el talento no sabe de fronteras, y en México, cada día surgen artistas brillantes capaces de crear obras de clase mundial…