Reconozco que este es un tema mucho más profundo de lo que podré abordar aquí. No soy pedagogo, pero tengo varios años de experiencia como docente; además, al ser comunicólogo, mi trabajo es analizar la cultura, por lo que puedo afirmar que eso de dejar tareas escolares está pasado de siglo. La práctica docente debe evolucionar con su tiempo. Se diseñaron las tareas como método de refuerzo al conocimiento visto en aulas, y una vía directa al involucramiento de la familia en el desarrollo escolar de quién estudia. Además, se creyó que sería la manera en al cual el alumno, la alumna, podía poner en práctica la teoría aprendida en clase. Y funcionó, cuando esté país, este mundo y su contexto, lo permitían. Parafraseando a Bauman, este era un universo sólido. Las familias se sostenían con un salario; aún disfrutábamos del desarrollismo económico. La escuela era el único espacio social del infante fuera del núcleo familiar y casi siempre se contaba con alguien en casa para cumplir los objetivos de la tarea. Pero, ¿qué creen? La vida cambió. El tiempo dió paso a la posmodernidad y el capitalismo diluyó lo que creíamos estable. Las familias se dividen el trabajo; ya dos, tres o todos sus integrantes salen a trabajar porque la vida es muy cara. Para nuestra fortuna se quebró el mito del apego materno del infante, y los niños, las niñas, tienen más intereses que estar en su hogar. La oferta se amplió. Ahora, salen por la tarde a practicar taekwondo, fútbol, danza, música o deben acompañar a mamá en su trabajo, porque nadie hay en casa para cuidarle. De tal modo, varias escuelas —sobre todo privadas—, estiraron sus horarios y sus actividades para proveer servicios como club de tareas, talleres, deportes. Entendieron las necesidades de la pauperrima vida cotidiana actual. En efecto, nuestras vidas están cada vez más precarizadas y ocupamos casi todo nuestro tiempo en nuestros empleos (así, en plural). ¿Saben que queremos hacer en nuestro tiempo libre? Disfrutar a nuestra familia. ¡Dejen de mandar tareas! Queridos y queridas profesoras: entiendan el tiempo qué vivimos y adáptense. Ajusten sus programaciones de tal manera que puedan atender la teoría y la práctica dentro del aula. Dejen que los niños, las niñas, se vinculen con tranquilidad en su entorno. Que hagan otras actividades. Que desarrollen sus talentos. Será para su bien. Dejaran de frustrarse por las tareas y evitarán que odien la escuela y les odien a ustedes. Por el bien de la educación, nuestra realidad y nuestro futuro: no más tareas.