“Cuando se trate de tu hija, tu hermana, tu esposa o tu madre, vienes y me dices cuál es la forma correcta de protestar”. —Consigna feminista
México es un país feminicida, en el que asesinan a nueve mujeres cada día, y violan sexualmente a una mujer cada seis minutos. ¿Por qué será que las mujeres estamos tan enojadas?
Desde hace varias décadas hemos impartido capacitaciones sobre género por todo el país, hemos realizado diagnósticos estadísticos que documentan la violencia contra las mujeres, hemos peleado por ocupar espacios de toma de decisiones en el gobierno, la empresa, la academia y el activismo. También hemos hecho protestas pacíficas, transversalizadas por el arte y la cultura, para contribuir mediante la educación al cambio cultural en toda la sociedad. Y a pesar de todo ello, y muchos otros esfuerzos más, las cifras no sólo no disminuyen, sino que crecen alarmantemente.
Lo único que reduce es la edad de las víctimas, quienes desde la infancia son secuestradas, violadas, torturadas, asesinadas, descuartizadas y abandonadas para ser exhibidas en espacios públicos, como una lección para todas las demás. Lo que también disminuye, es el acceso a la justicia.Por ello, las jóvenes manifiestan con toda su ira la decisión contundente de no ser una generación más que aguanta sumisamente la violación, tortura y muerte.
“Con violencia, no”, dicen los activistas por los derechos de las ventanas, quienes siempre han sido indiferentes al feminicidio, a la violación sexual y a la esclavitud forzada de niñas y mujeres. “Ésa no es la forma”, aseguran quienes orinan monumentos en la borrachera y causan destrozos cuando pierde su equipo de futbol. Pero, aunque quieran venir a decirles a las jóvenes cómo sí se hace y cómo no se hace, ellas están decididas a romper lo que sea necesario, con tal de defender su vida y su integridad. Lo han dejado muy claro: El patriarcado nunca volverá a tener la comodidad del silencio de las mujeres.