Durante décadas, AMLO construyó una imagen no sólo de honestidad, también la de un político con un interés genuino por el bienestar de la gente, un espécimen rarísimo en la fauna política mexicana, dominada por nefastos personajes que sólo ambicionan al poder en sí mismo, los negocios y la transa.
En menos de dos semanas, con sus declaraciones vertidas en las llamadas conferencias mañaneras sobre la violencia feminicida, (donde expresó que los asesinatos de mujeres están siendo exagerados por los medios y pidió se devuelva la atención a la rifa del avión presidencial, donde improvisó un decálogo para atender la violencia contra las mujeres y pidió a quienes protestan «no rayen las paredes»), el presidente mostró una falta de tacto e indiferencia frente a un problema gravísimo, en otras palabras, AMLO abolló, él solito, su bien más preciado: su capital político, su imagen como un personaje cercano a la gente, esa figura que le costó tanto tiempo, discurso y acción construir y que después de tantos años de lucha lo llevó a Palacio Nacional.
Esta racha de pifias ha sido muestra de que no basta ser un político realmente preocupado por la gente para entender la raíz y la dimensión de la violencia feminicida.
AMLO cree que la violencia contra las mujeres es igual que las demás y por lo tanto se combate igual que la violencia del narco o la delincuencia común. Que con la «moralización» del país logrará modificar las graves condiciones de violencia contra las mujeres. Se equivoca. Para comprender y combatir la violencia a las mujeres es necesaria una perspectiva de género y el entendimiento del patriarcado como un sistema que permea todo el espectro social, de otro modo, cualquier intento de atenderla será, a pesar de la buena voluntad, inútil.
AMLO no tiene un historial de misoginia, a lo largo de su trayectoria ha confiado importantes posiciones a mujeres muy valiosas y ahora en la 4T muchas mujeres ocupan espacios que antes no ocupaban, sin embargo, el presidente es, a final de cuentas, un hombre de su tiempo al que no le es fácil aceptar nuevas ideas y, aunque a él no le guste reconocerlo, en muchos sentidos es un conservador al que le cuesta seguir ciertos temas como la equidad de género y entender que todo lo hecho, aunque importante, no es suficiente. La cultura patriarcal sigue implantada en todos nosotros, en todos los recobecos de la sociedad y en las instituciones gubernamentales.
López Obrador y buena parte de sus seguidores tienen una postura muy similar a la de sexenios anteriores respecto la violencia contra las mujeres. Con un evidente desconocimiento del tema, sueltan declaraciones y propuestas sin sustento y sumamente irresponsables. No entienden que no entienden.
Ha sido carente de empatía, absurda y hasta patética la reacción del presidente a los terribles casos de Ingrid Escamila y la menor Fátima, más aún los ataques y acusaciones de algunos de sus seguidores contra feministas y periodistas que no buscan otra cosa que la intervención efectiva de las autoridades.
Peor para AMLO y la 4T si no entienden que el reclamo y las protestas contra la violencia hacia las mujeres no son una conspiración opositora, sino una respuesta legítima de grupos feministas a un problema estructural que urge atender con estrategias más profundas que un decálogo improvisado que no plantea acciones concretas.
Reacciones así pueden esperarse del PRI o del PAN, pero si AMLO y la 4T realmente quieren hacer las cosas distinto, si realmente quieren cambiar el caos de país que les fue entregado, deben entender que detrás de estas protestas no hay fifís intentando desestabilizar su gobierno, se trata de mujeres hartas del machismo, de la cerrazón, la indiferencia e injusticia de siempre. Muchas de estas mujeres han apoyado a AMLO desde hace años. El presidente no puede darles la espalda, debe entender que ninguna transformación está completa sin las mujeres.
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AMLO aún puede rectificar. Debe dejar de ver conspiraciones de rivales donde hay exigencias legítimas, debe colocar al tema entre sus prioridades y hacerle caso a las expertas para crear una estrategia integral y de gran calado que comience a entregar resultados. De lo contrario, esa abolladura a su bien más preciado no tardará en hacerse más grande.
PD1: Sí, el neoliberalismo trajo saqueo, entregó los bienes de la nación, destruyó las garantías laborales, derruyó las relaciones comunitarias y las sustituyó por un individualismo predador, con todo ello, vino una gran desigualdad y una estela de muerte a México, pero AMLO no puede escudarse en él cuando se le piden acciones concretas para enfrentar a la violencia contra las mujeres, y menos si no identifica al principal factor: el patriarcado.
PD2: Eso sí, hay que rechazar a los oportunistas en la derecha que encontraron un momento idóneo para golpear a AMLO y se suben al movimiento sólo para llevar agua a su molino. Priistas, panistas y sus seguidores en los medios y redes sociales, esos que históricamente han repudiado al feminismo, criminalizaron la protesta y han renegado de los derechos de la mujeres, hoy dicen «estamos con ellas». Son unas mierdas. Cuando ellos gobernaban no les importó y tampoco les importa ahora. Los estados donde aún gobiernan son los más golpeados por la violencia. Que se guarden sus reclamos donde les quepan.