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jueves, noviembre 21, 2024

Tres episodios ABOLICIONISTAS y una mujer TRANSEXUAL

  • A Andrea Dworkin, y a sus enseñanzas traduciendo mi vida.

El reciente debate sobre la prostitución entre la antropóloga Melissa Fernández Chagoya, académica de la Universidad de Sor Juana, y la investigadora y docente del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) Martha Lamas, demostró dos cosas fundamentales: La visión de mujeres blancas, privilegiadas económicamente y catedráticas de universidades privadas sobre la esclavitud sexual a las mujeres precarizadas, estigmatizadas y pertenecientes a poblaciones despreciadas por el clasismo burgués y aspiracionista, como Migrantes, Transexuales, Transgenero, indígenas, jovenas e incluso niñas, adultas mayores o madres sin pareja, refleja las incongruencias del clasismo que lleva el dolor ajeno a anécdota de estudio.

Las alianzas que han hecho algunos de los feminismos blancos, burgueses, académicos y acomodados con el patriarcado más tóxico matizado desde el tratante o esclavizador sexual de las mujeres, hasta el “comprador” o cliente, quien es el ejecutor de uno de los más asquerosos actos de despersonalización humana: la compraventa de su sexualidad.

El punto más alto y humillante de este acuerdo patriarcal con el feminismo blanco, de cubículo y depósitos de banco electrónico y de becas a la pose académica con bibliografía APA Harvard, fue cuando Lamas justificó la prostitución desde la visión victimista del prostituidor, del “putero” romantizado como cliente, al victimizarlo como el Sísifo de sus propios testículos lidiando una “Esposa frígida”.

Así, en un país que, tan sólo en su capital, reporta que de 9 de cada 10 personas que son violentadas en el hogar son mujeres, y 1 de cada 4 es testigo de otras mujeres que también sufren violencia, con el 66 % es por violencia física y 22 % por violencia psicoemocional, según la Secretaría de Gobernación y el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, culpar de frigidez a las esposas para legitimar el prostituidor canibalismo sexual de los hombres es un insulto a la humanidad. *

Mis tres episodios abolicionistas desde la piel de mi historia TTTrans

I. Sobre el debate de la prostitución, coincido con Melissa Fernández Chagoya.

Y que no me digan que todas las mujeres que hemos pasado por la venta de nuestra sexualidad en un estado de desesperación, tenemos que coincidir con la postura proprostitucion de Lamas.

No compañeras, no romanticemos laboralmente la esclavitud sexual.

El problema que enfrentamos siempre es el narcisismo sexual irresponsable de ese agresor infantiloide llamado Hombre.

Durante el tiempo que me dediqué al sadomasoquismo como dominatrix, o cuando fui edecán en fiestas Swinger, pude ver que la mayor parte de los «clientes» usaban anillos de casado, exigían asquerosidades, gastaban mucho dinero,y hasta regateaban o querían dar regalos usados de otras mujeres, tal vez de las que se casaron con ellos.

Atrás de cada hombre irresponsable con su apetito sexual hay un pornógrafo, un puberto caduco, un violador en potencia sólo contenido por un puñado de monedas, un inmaduro infame. Y a esos es a los que defienden y protegen quienes abogan por la prostitución, desde feministas de cubículo académico, hasta pseudolideres con historias de trata, que utilizan la venta de sus hermanas en las calles, para viajar en su nombre por el mundo dando conferencias y haciendo pasarelas victimizantes en oficinas progres de gobierno o partidos políticos donde los hombres, muchos de ellos gays, debaten sobre los cuerpos de las mujeres para el consumo sexual por hombres heterosexuales.

II. En la última discusión que tuve con el último ex que tuve, cierto hombre blanco académico mayor que yo, que tenía en su cubículo una colección de videojuegos sexistas, me reclamó que fuera tan radical, que el feminismo me hubiera vuelto “odiadora de hombres”. Y que con ese “odio a los hombres”, traicionara a las mujeres heterosexuales de mi familia, a las hermanas TTTrans parejas de hombres, y a mi «lado bisexual’, que, según él, le pertenecía y debía estar sujeto a sus regulaciones morales y heterosexualmente monogámicas.

La verdad, no sé si mi “lado bisexual’ lo encuentro horizontalmente (no creo que esté en el norte) o verticalmente (tampoco en el hemisferio izquierdo). Nunca respondió porque no intentaba sacar a otros hombres del vagón de seguridad para Mujeres del metro, pero celebraba que hubiera prostitución en los andenes, porque, según él, había menos exposición pública que en las calles.

Nunca respondió porque no condenaba públicamente la pornografía ni borraba las canciones misóginas de salsa en la USB de su carro, pero le gustaba bajar la velocidad cuando circulaba por Tlalpan.

Nunca se indignó por los videojuegos infantiloides que mataban mujeres y que jugaba en línea con sus compañeros e hijos, y hablaba con otros pubertos caducos de su sexta generación sobre prostitutas latinas en “Gand Theft Auto”.

Pero sí me acusó de «beneficiarme de sus privilegios de académico» por pagar con vales algunas cenas, como si me contratara como acompañante para verlo hacer el ridículo machista en el restaurante bar giratorio del World Trade Center.

Nunca debatimos de la prostitución, no importaban mis palabras o análisis, el septuagenario intelectualoide que me había impresionado por su elocuencia, siempre evadió el tema desde su mansplaining académico, hablando de «un mal necesario» para los pobrecitos hombres solteros, viudos o divorciados. O para los pobrecitos migrantes, agentes viajeros u otros engendros casados que, como prometeos domésticos prefieren comprar mujeres que enfrentarse a su testosterona, y volverse sisifos de la fidelidad que exigían a sus esposas.

Y cambiaba el tema.

Él me enseñó a través de sus celos y mansplaining que la sapiosexualidad es incompatible con los grados académicos…

… Y con los hombres.

Él me enseñó que, para los puteros, la invisibilización sentimental de la mujer es necesaria para ligar y prostituir emocionalmente a otras mujeres en redes sociales, como en Facebook o Tinder, por lo que el borrado de la relación es otro cobarde micromachismo narcisista, equiparable al donjuán de bolsillo que se quita el anillo de casado frente a su nueva victima a depredar.

Me da asco y miedo pensar que estuve con el complemento masculino de Martha Lamas…

Si, la decepción también asusta cuando se transforma en recuerdo.

III. ¿Por qué soy Mujer Transexual Abolicionista?

Porque estoy harta de que incluso las croquetas de mis gathijas y perrhijas tengan que girar en torno al antojo violador de un «cliente», y que llenen sus pancitas con el hambre y las necesidades de las y los hijos de esos miserables prostituyentes.

Porque los mismos que tantas veces me negaron el trabajo periodístico, me vieron con morbo los senos y el trasero al irme con mi currículum y mi desesperación…

…y seguramente en la noche salieron a comprar la cuerpa de otra hermana.

Por el asco que siento cuando en el Metro me encuentro a una pareja Heterosexual, y él, aprovechando que ella no lo ve, me hace un guiño y me manda un repugnante beso, sin dejar de abrazarla.

Por todos los antojos repulsivos que estos desperdicios humanos del patriarcado, romantizados como «clientes», aprendieron de la pornografía, y que creen que pueden aplicar en mi territorio de piel, babeando dinero maloliente, pegajoso y lleno de desprecio y burla.

¿Por qué soy abolicionista? Porque no he vivido tanto a contracorriente para que mi presente y futuro estén atados a la erección de un monigote que quizás nunca leyó a Xaviera Hollander, pero que es defendido por “feministas” con argumentos kingkongescos de una Virginie Despentes, que coincide con ellas desde la blanquitud de las regalías y de las becas y seguramente un lujoso pent house en alguna zona residencial de Paris, Francia.

Porque la autonomía de la sexualidad de nuestras cuerpas, de todas las Mujeres, incluidas la mía y de mis hermanas Transexuales, reconocida con la inclusión de la Transexualidad en la Constitución de la Ciudad de México, esa que tanto ardió a la ILGA neoliberal y a los macromachismos transfóbicos de Gloria Careaga y el lesbotransfobismo arcoíris, no puede ser tergiversada para los antojos sexualmente feminicidas de clientes, padrotes, madrotas, y parasitxs políticos.

Porque adentro de mi cuerpa habita mi alma, mi Corazona, mis más delicadas emociones…

Y sobre todo, la niña que fui…

…y ella no creció con tanto dolor para ser invadida, violada…

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