La amarga experiencia del 2020 trae el deseo de un año nuevo mejor. Por la pandemia, en efecto, pero también por la devastadora crisis económica que arrojó a millones de personas a una espiral de angustia. Por eso esperamos un mínimo de estabilidad para estos doce meses que comienzan. Que los gobiernos garanticen el derecho de las personas al desarrollo y la sociedad sea conciente del gran poder que tiene en sus manos. Sí, una vez más hay que apostarle a la capacidad organizativa de las personas. No es una utopía. Hay que fincar esperanzas en la economía local y en la protección comunitaria, calle por calle, barrio por barrio, si es que el Estado no quiere o no puede asumir su humana responsabilidad. De nuevo, la salida a la crisis ha de construirse desde abajo. Entre dos, entre cinco, entre cientos o millones. Tomar la salud y el trabajo, que son el futuro mismo, con nuestras propias manos. Ese es mi deseo para este 2021.