Si la contáramos por ediciones, ésta sería la número cuarenta y dos. Pero lo que aquí se cocina y se sirve, tiene muchos más años; más de cien, más de doscientos. Es tradición milenaria del pueblo Hñähñú que supo dominar el semi-desierto y se alimentó de «todo lo que se encuentra en el monte», como lo dijo doña María de los Ángeles, quien, de tal modo, presenta un platillo hecho a base de xamúes, insectos que se encuentran en la hoja del mezquita, empanizados con flor de maguey y de garambullo bañado en salsa de xoconostle con aguamiel. Y sí, todo sabe tan delicioso como exótico.
El calor del sofocante sol de primavera permeó por debajo de las lonas kilométricas que cubren la gran avenida de la Muestra Gastronómica de Santiago de Anaya. En cada mesa se pudo disfrutar de algún platillo que no se ve en ninguna otra parte del México megadiverso. Esto es un triunfo, pues se asemeja a encontrar un diamante, único e irrepetible, en una constelación de joyas culinarias.
Esta es, sin duda, el único festival que sirve víbora, zorro, zorrillo, conejo, xincoyote, toro o venado, sin olvidarnos de los xamúes, los chinicuiles y los escamoles, acompañados por un buen trago de pulque en su xoma, ya sea sólo o curado con piñón, guayaba, avena o de café. Todo para hacer platos de fantasía como la ardilla con chile ancho, pasilla y mora ,además de flores de gualumbos, sábila y escamoles. O el pene de toro con rodajas de piña, nopales asados, acompañados con una guarnición de lechuga combinada con cilantro, acelga, espinacas y chiles serranos. No apto para prejuiciosos, pero un paraíso para quienes aman y disfrutan de la cultura y la gastronomía de este país.
Así lo atestiguamos. Y que sea ésta una manera de decirle al mundo que, festival como la Muestra Gastronómica de Santiago de Anaya, no hay dos en todo México.