El anuncio de las reformas presentadas por el presidente López Obrador me tomaron leyendo el nuevo libro del cubano Pedro Juan Gutiérrez, Estoico y frugal. El autor famoso por su Trilogía sucia de La Habana, harto del socialismo habanero y del capitalismo europeo, lucha por escribir cuentos de ficción mientras gira por varias presentaciones en España. Pero, a dónde va, le persiguen las mismas preguntas sobre la situación política en su país y no haya forma de evadirlas más que a golpes o huidas. Explica que no puede ser ajeno, y no es por no intentarlo. Algo así pasa con la política mexicana. Si no volteas a tiempo, más temprano que tarde te atropella. Y en el caso de AMLO, el fenómeno te alcanza más rápido de lo deseado. Pues justo en medio del desencanto por la proyección que le brinda a los militares por el caso Ayotzinapa o la ideologización de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (que igual no es que sirva para mucho así como está), llega su paquete de reformas de alto contenido social y que tienden a rasparle las esquinas a las leyes antipopulares gestadas durante el principio del neoliberalismo tras el fraude de 1988. Me resulta una excelente noticia, por ejemplo, la restitución del sistema de pensiones al cien por ciento y la aplicación de un salario mínimo por encima de la inflación. Además de medidas que tienden a mejorar la “democracia” mexicana como la reducción del presupuesto a partidos políticos, lo mismo que el número de integrantes del Senado y la Cámara de Diputadxs. Y que tal la propuesta para que el pleno de la Suprema Corte sea electo por el voto popular. Bien. Muy bien. Así no se puede ser ajeno. Y ahora entiendo a Pedro Juan Gutiérrez cuando, a pesar de huir de las realidades políticas de su país, terminaba las jornadas planteándose si debía volver o no a La Habana tras su migración a Europa, porque los problemas de la lejanía no se comparan a los de la Patria que, al fin y al cabo, son propios. En mí caso, cuando pienso en que poco del sistema político mexicano vale la pena, llegan noticias así a incentivar textos como estos. Pienso que si yo fuera candidato a diputado, tendría la tarea hecha. El presidente mismo me estaría dando el programa legislativo y los argumentos para salir a pedir el voto. Eso tendrían que hacer quienes hoy se preparan para pelear una posición en las cámaras. Una terrible mayoría que por Morena carecen de talento, cultura y principios para encabezar una nominación, que no tienen la capacidad para pensar una iniciativa por su propia cuenta, gracias a Andrés Manuel ya no tienen qué pensar mas. Bendito obradorismo que les forcluye la falta de imaginación.
Lata de tornillos
La expriísta Adriana Flores Torres renunció entre sollozos al PRI después de veinte años de militancia para, al día siguiente, publicar que sería la candidata al Senado por el partido Movimiento Ciudadano. Envidio su capacidad de procesar los dolores, algo que ni diez años de psicoanálisis han logrado en su totalidad. Como sea, la secretaria de las Mujeres del Ayuntamiento de Pachuca (que, por cierto, despojó por capricho de sus instalaciones de la calle Ramos Arizpe a la dirección de Cultura municipal) ya tiene su oportunidad para figurar en política como tanto le reclamó a su exorganización. Le puede dar las gracias a su jefe político de toda la vida, Miguel Ángel Osorio Chong, quien de un plumazo ya tiene dos aspirantes a la senaduría: Flores, por MC y su otro subordinado, Cuauhtémoc Ochoa Fernández, que competirá por Morena. El ex gobernador y oscuro ex secretario de Gobernación peñista vuelve así a la palestra política estatal, colocando banderas y, al mismo tiempo, apoderándose de la franquicia naranja a donde mandó a sus zombies políticos a caminar otra vez.