Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum están preparando el terreno para presentar y que se apruebe la reforma al Poder Judicial. Es la esencia del Plan C. Por lo que pidieron el voto masivo a Morena y lo que el pueblo les dio, esperando en consecuencia que se pisara el acelerador de la transformación para rebasar, de una vez por todas, a la reacción de la oligarquía de jueces que han tirado las reformas e iniciativas populares y han dejado en libertad, por ejemplo, a dos criminales políticos: Emilio Lozoya y Jesús Murillo Karam.
En contraparte, la burguesía nacional ha activado el nado sincronizado de sus medios afines con un escaparate de críticas y opiniones en contra del Plan C. Lo dicho van desde la vil manipulación hasta la misoginia. Por ejemplo, una idea recurrente ofrecida en estos paneles de «expertos» es que Morena quiere controlar al Poder Judicial con esta reforma. Mentira. La idea de esta reforma es que la gente pueda elegir mediante el voto a quienes integrarán las grandes magistraturas del país, principalmente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una iniciativa por lo más democrática que otorga a la voluntad popular el poder sobre una soberanía que se ha mantenido como un ente intocable y hegemónico. ¿Quién que guste y defienda verdaderamente la democracia podría rechazar la idea de votar para elegir a quienes se supone que imparten justicia?
Las otros ataques vienen desde la sucia misoginia en contra de Claudia Sheinbaum. Desde un falso feminismo (feminismo blanco) algunas opinadoras y periodistas de seda al cuello claman por que la presidenta electa no se deje mangonear por López Obrador. Le reclaman independencia y agenda propia. Falso. Manipulación. No sólo sus opiniones no pretenden animar realmente la autonomía de la primera presidenta en la historia de México, sino que al contrario: quisieran verla sometida a los intereses de las oligarquías de derecha, para lo cual, desean separarla ideológicamente de AMLO. Cosa absurda. Presidente y sucesora vienen del mismo movimiento, persiguen las mismas causas y, para que la blanquitud termine de revolcarse, les vincula un gran cariño mutuo. Y quizá eso es lo mero principal por lo que el Plan C, va. Y más que eso. Hay un pueblo que lo exigió mediante el voto.