La visita de la presidenta Claudia Sheinbaum este cuatro de enero a Tepeapulco, Hidalgo, dejó claro su respaldo al gobernador Julio Menchaca. La obviedad que esto supone a causa de la filiación compartida, no demerita la reiteración del fuerte mensaje político, en tiempos en los que ciertos personajes, agrios y codiciosos, pretenden mermar la presencia del mandatario para socavarlo y controlar el proceso de sucesión en el 2028.
Pero los buenos ánimos de la presidenta hacia el gobernador hidalguense tiran líneas profundas sobre dos puntos:
Primero, el Ejecutivo está fuerte y respaldado por el movimiento. No hace falta más que la aprobación de la líder de la transformación para corroborarlo. Y si se pensara que esto es mera forma política, recuérdese la distancia que Sheinbaum ha guardado respecto a las gobernadoras Layda Sansores, de Campeche, y Marina del Pilar Ávila, de Baja California; personajes que han contradicho con sus actos las premisas de la 4T y que, en consecuencia, han sido aparatadas de los ánimos de la presidenta y de la base.
Segundo, la sucesión se decidirá en Hidalgo. No será en la Ciudad de México, en la sede de Morena, en Palacio Nacional o en el Senado. El gobernador Menchaca tiene la confianza de la presidenta para guiar el proceso de continuidad de la transformación en el estado que, en el año 2028, tendrá a la primera mujer en la máxima magistratura, de acuerdo a la Ley de Paridad, faltando por resolver si ésta sería en mini-gubernatura de dos años, o bien, si la ‘mini’ sería para un hombre, con la intención de que el periodo completo siguiente sí sea para una mujer, en obligatoriedad del principio de igualdad sustantiva. Detalles político-electorales que no trastocan lo importante: Julio Menchaca conducirá el proceso interno; nadie más que él.
Entre más rápido se entienda esto, mejor. Sobre todo para aquellas y aquellos que están comiendo ansias cuando la actual administración no ha cumplido ni la mitad de su sexenio. Y que se sepa bien, por quienes le apuestan a ser beneficiados por la influencia de algún dirigente nacional; quienes creen que pesará más la opinión de algún funcionario federal que la del propio gobernador del estado; o que pretenden grillar con mala saña desde los trascendidos de la prensa de la Ciudad de México. Por eso, que se repita: si la presidenta Sheinbaum confía en el gobernador Menchaca, lo demás, es paja. En política puede haber sorpresas, pero no sorprendidos.