. Hasta ahora, los gobiernos de todo el mundo han incumplido con las niñas y niños. Pero las autoridades no son las únicas culpables, la ciudadanía continúa con viejas prácticas discriminatorias, no sólo con las y los niños en situación de calle o pertenecientes a grupos marginados, sino con las criaturas propias y familiares, a quienes sigue viendo como seres de su propiedad, sobre quienes puede cometer toda clase de abusos, entre ellos, la explotación laboral no remunerada.
Por Tania Meza Escorza / Desde Abajo
En México, trabaja uno de cada seis menores. 3.3 millones de niños y niñas, según reportó el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Pero no somos la excepción. Aunque las leyes de casi todos los países del mundo prohíben el trabajo infantil, éste se practica en todo el planeta y como está penado, generalmente se realiza en condiciones clandestinas, lo cual hace aún más ruda la jornada laboral de niños y niñas.
Sabedora de esto, la Organización de las Naciones Unidas decretó en el 2002 que cada 12 de junio sería el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, fecha en la que se visibilizan y atacan las peores formas de esta práctica, tales como la trata de niños y niñas, el trabajo doméstico, el trabajo infantil en minas y en conflictos bélicos.
En este 2008, el Día Mundial Contra el Trabajo Infantil se centrará en la educación como la respuesta acertada. Por tal motivo, el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, de la Organización Internacional del Trabajo ha publicado un nuevo informe técnico sobre trabajo infantil y educación.
En este documento se expone que 75 millones de niñas y niños en edad de educación primaria estaban fuera del sistema escolar en 2006, lo que muestra una reducción con respecto a los 103 millones de 1999. El informe también reconoce que el número de niñas y niños insertos en actividades económicas ha ido decreciendo. En 2004 se estimaba que había 20 millones de niñas y niños de entre 5 y 14 años económicamente activos menos que cuatro años antes.
No obstante, 191 millones de niñas y niños de entre 5 y 14 años permanecían ocupados en alguna actividad económica. De esta cifra, 165 millones estaban inmersos en trabajo infantil.
El trabajo infantil conlleva una menor matrícula en educación primaria y afecta negativamente las tasas de alfabetización entre las y los jóvenes. Además, existe una clara evidencia de que cuando niñas y niños combinan escuela y trabajo, a medida que el número de horas laborales aumenta, la asistencia a la escuela se reduce.
Otra de las consecuencias del trabajo infantil es que sus altos niveles conllevan a que sea más bajo el Índice de Desarrollo Educativo, el cual mide los niveles de un país en lo relativo a educación primaria universal, alfabetización de personas adultas, calidad de la educación y equidad de género. Aunado a lo anterior, existe una correlación significativa entre los niveles de actividad económica de niñas y niños y las tasas de repetición en primaria. Con frecuencia, la repetición de curso lleva a que niñas y niños abandonen la escuela.
Hasta ahora, los gobiernos de todo el mundo han incumplido con las niñas y niños. Pero las autoridades no son las únicas culpables, la ciudadanía continúa con viejas prácticas discriminatorias, no sólo con las y los niños en situación de calle o pertenecientes a grupos marginados, sino con las criaturas propias y familiares, a quienes sigue viendo como seres de su propiedad, sobre quienes puede cometer toda clase de abusos, entre ellos, la explotación laboral no remunerada.