Últimamente utilizamos el término “histórico”, de manera muy frecuente, para referirnos a hechos que juzgamos inéditos, poco usuales, con el fin de resaltar que estamos ante algo que trascenderá en el tiempo.
Pero la palabra se ha desgastado y cuando escuchamos que estamos ante un hecho histórico el efecto que se esperaría en nuestra percepción simplemente se ha diluido.
Por eso dudé en emplear el adjetivo “histórico” para referirme a la elección que vendrá para Hidalgo este domingo 5 de junio, pero pensándolo bien aquí el término sí estaría bien utilizado.
Una sola razón basta para sostener el uso del calificativo: los resultados de la elección del 5 de junio de 2022 podrían poner fin a un régimen monopartidista con más de 90 años de antigüedad. Alguien podría argumentar que en términos históricos casi un siglo es poco tiempo, pero para una entidad joven como Hidalgo es una proporción que abarca la mayor parte de su historia.
Fue el 16 de enero de 1869 cuando el Congreso de la Unión emitió el decreto que creó el estado de Hidalgo, por lo que la entidad tiene 153 años de historia.
De ese compás histórico de poco más de siglo y medio, durante 93 años la entidad ha sido gobernada por mandatarios emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En total 27 gobernadores han tomado las riendas del poder ejecutivo estatal. El primero de ellos fue Bartolomé Vargas Lugo, quien tomó protesta como mandatario el 1 de abril de 1929. El más reciente es Omar Fayad, cuyo gobierno comenzó en septiembre 2016 y quien concluirá su encargo en septiembre del año en curso.
Lo inédito del proceso que estamos viviendo en este 2022 es que por primera vez en nueve décadas el PRI podría perder la elección. Así lo dicen la mayoría de las encuestas que se publicaron durante mayo pasado, que colocan a un aspirante no priista como el favorito para ganar la contienda en una proporción de dos a uno respecto a su más cercano competidor.
De modo que ahora sí estamos ante un cambio que podría ser histórico y que pondría fin a nueve décadas de dominio priista.
En un régimen democrático, siempre es deseable un cambio que permita airear a las instituciones. Si el mismo grupo en el poder hereda el gobierno a alguien de los suyos, difícilmente habrá modificaciones en el rumbo de un estado como Hidalgo, que se mantiene entre el grupo de los diez más rezagados a nivel nacional.
Así que una alternancia política de la envergadura que se viene, no nos debe dar temor. Al contrario, nos debe llamar a estar atentos y a ser vigilantes de que el nuevo gobierno cumpla con las expectativas que ha generado a la luz de las transformaciones que hoy vivimos en nuestro país.
Entretanto, no hay que perder de vista que este domingo 5 de junio tenemos una cita histórica con las urnas.