El Partido Comunista de México cumple 30 años de haberse reorganizado. No son 30 años de vida, sino tantos de haber rescatado sus siglas, luego de su liquidación en 1981 a cargo de quienes, entonces, renunciaron al programa comunista, a su historia y a su política para fundar otra cosa junto a organizaciones de la socialdemocracia.
Desde esos años, el proletariado mexicano no pudo contar con un Partido de clase que abanderara la lucha contra el capitalismo. Era una época difícil para las masas revolucionarias en todo el mundo. El llamado euro-comunismo infiltraba a la ideología y, de sus ínfulas burguesas, brotaba el odio hacia la Unión Soviética. Esa burguesía izquierdista creía –vaya que sí lo creía–, que podía abrirse un camino hacia el socialismo, apartándose de la política leninista. El tiempo y el curso de la crisis capitalista demostró sus errores. Las organizaciones que en todo el mundo renunciaron al martillo y la hoz son, cuarenta años después, abiertas colaboradoras del capital y del imperialismo. Incluso, muchas de ellas desaparecieron por completo.
México fue un ejemplo de esto. Quienes se robaron el registro histórico del PCM, ni más ni menos que el mismo que transcurría desde la fundación de la Sección Mexicana de la II Internacional Comunista en 1919, terminaron aliándose –más bien, empleándose– con el anti-comunismo. Y antes de correr la misma suerte que sus pares en otros territorios, algunos saltaron hacia la socialdemocracia con Morena; unos andan como muertos vivientes en asociaciones financiadas por el imperio y otros tantos, de plano, se tallaron su propia lápida.
Pero el 20 de noviembre de 1994, un puñado de personas logró llenar el vacío que había en el corazón del proletariado mexicano. Ese día, en la Ciudad de México y junto a decenas de personas más, Teresa Hernández, Sergio Quiroz Miranda, Héctor Colío Galindo, Fernando Acosta Esquivel y Antonio Castañeda y de Luna, anunciaron la comisión organizadora para recuperar lo que entonces se llamó Partido de los Comunistas Mexicanos. De nuevo se alzaban las banderas rojas en el país.
Casi una década después, el Partido recuperó sus siglas totalmente. Y desde entonces, el Partido Comunista de México ha crecido a paso firme, recuperando, también, sus instrumentos históricos como el periódico El Machete, que fundara David Alfaro Siqueiros, y la Federación de Jóvenes Comunistas. Tiene su propia editorial, la Editorial Revolución, su revista teórica y participa activamente en el Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, junto a históricas organizaciones como el Partido Comunista de Cuba, el Partido Comunista de Grecia o el Partido Comunista de Turquía.
La presencia del PCM en la pugna de clases en México es crucial. Los monopolios capitalistas continúan con su proceso de extracción de los recursos naturales del país y de expoliación de la clase trabajadora mexicana. Ahora cuentan con el permiso de un gobierno, el de Morena, que además les allana el camino deteriorando la conciencia de clase del pueblo, retardando el inevitable conflicto inter-clasista y, en muchos casos, alineándola con los intereses de la burguesía a cambio de algunos llamados «programas sociales». En tanto, se exacerba la violencia del narcotráfico. La clase trabajadora sigue llenando las fábricas con temor a ser objetivo de desaparición o asalto. Y cunde la guerra en contra de los pueblos más marginados que, en muchos casos, siguen sufriendo el desprecio del Estado burgués, como es el caso de las comunidades de la montaña de Guerrero que fueron devastadas por el Huracán John, dejando una estela de muerte y desastre. Hasta ahí no llegó el «bienestar» morenista.
De manera que la presencia del PCM en las calles y avenidas del país es un permanente llamado a la rebelión contra el capitalismo. Es el único partido serio, organizado, histórico y objetivo hacia el socialismo en México. Esa es una buena noticia donde sea que azota la violencia de la explotación; más aún, en el país que se halla en las fauces del imperio.