La permanente guerra cultural que viven las sociedades occidentales posmodernas se ha vuelto, hasta cierto punto, predecible: Toda la ola de reacciones a la muerte de Charlie Kirk, influencer ultra conservador estadounidense y cofundador de una de las asociaciones más fundamentalistas de jóvenes derechistas con la cual propagaba por todo su país un discurso de odio hacia prácticamente cualquier corriente liberal / progresista, desgraciadamente no sorprende a nadie.
Su asesinato en un acto público durante una plática abierta en una universidad de UTAH, EUA, fue una crónica de una muerte anunciada, y no por ser deseada, sino porque Kirk era un férreo defensor de los males que han descompuesto socialmente a su país y que justificaba las matanzas públicas tan recurrentes en su suelo como “males necesarios” y “un pequeño precio a pagar” por mantener su derecho a la segunda enmienda constitucional estadounidense (referente al derecho a la posesión de armas de fuego) y al final de su vida, Kirk terminó convertido paradójicamente en ese “pequeño precio” por las libertades que estaba defendiendo: una muerte desgraciadamente accesible a presenciar en algunos videos en las redes sociales.
Este acontecimiento terminó por demostrar los puntos que justamente las personas que solemos creer en las acciones liberales / progresistas y en las libertades y derechos de todos los grupos que hacen activismo en pos de la igualdad y de acabar contra el odio; y al mismo tiempo, también confirmo la visión del mundo que la gente conservadora (fieles seguidores de Kirk) reaccionan ante los males que ellos mismos fomentan.
El guion predecible de los valores culturales enfrentados
Para sorpresa de nadie, ante la ironía de morir bajo las propias acciones que él siempre consideró que eran plausibles y aceptables, el neo conservadurismo reaccionó justo como se esperaba: inmediatamente culparon a las minorías y a los discursos woke / progres, afirmando sin el más mínimo atisbo de prueba (más allá de sus visiones conspiranóicas) y a minutos del suceso que, seguramente la persona responsable de crear nuevo mártir de los conservadores y de la derecha estadounidense era “algún un Antifa, un extremo-izquierdista, o alguna persona de “minorías” diversas / migrantes / religiosas”.
Y también, para sorpresa de nadie (aunque en muchos casos, cuestionando e ironizando de manera pública el maremágnum de frases de odio que Kirk solía despotricar en sus presentaciones y podcasts) fueron sus principales voces críticas desde la izquierda quienes expresaron una condena a su ejecución pública, a las muertes violentas y al poco control hacia el uso y de armas que existe en Estados Unidos.
Si bien es cierto que también existieron las voces más moderadas en sus seguidores (había personas de derecha que simplemente elevaron plegarias y una moderación a la polarización de los discursos), tampoco se puede negar que hubo personas liberales con discursos más imprudentes que están sufriendo las consecuencias de una abierta burla catártica a los hechos: la reacción a las críticas por la irónica muerte de Kirk, llevó como reacción un movimiento desde la derecha denominado Expose Charlie’s Murderers en el cual se ha comenzando una cacería de brujas para doxear a las personas que “celebraron” o publicaron posts sarcásticos para encontrarles y exhibirles en sus trabajos con el fin de que sean despedidos, combinando sus perfiles de X, Facebook e Instagram con sus perfiles públicos en LinkedIn y enviar sus publicaciones a sus centros de trabajo, intentando causar un daño reputacional y de responsabilidad social ante dichas instituciones (un movimiento que incluso ya traspasó nuestras fronteras hasta la política de México).
Pero, al final: el sospechoso común de siempre
El balance es que cada frente de esta guerra cultural reaccionó justo como se esperaba: los progres defendiendo la inclusión donde todas y todos caben y todas las vidas deben ser respetadas (sí, incluso de personas tan despreciables y con discursos tan deplorables, de cerrazón y de odio como Charlie Kirk), y las personas Neocon, que tienen justamente el narcisismo y los intereses propios y de poder como bandera, y que simplemente su primera reacción generalizada fue culpar a quienes no son como, no se ven y no creen en lo que ellos creen…
Pero, a pesar de los prejuicios, el patrón de siempre se ha seguido cumpliendo: (una vez más) para sorpresa de nadie, el presunto asesino de Charlie Kirk no resultó ser el woke resentido que sus adeptos clamaban: para desgracia de los conservadores no fue una persona migrante, ni una persona afrodescendiente, ni una persona no binaria, ni nadie de la diversidad, ni una persona musulmana, ni una feminista “enojada”, ni nadie perteneciente a todos y cada uno de los grupos que simplemente desprecian, menosprecian y siempre han discriminado y odiado… Tyler Robinson el presunto responsable, es un hombre blanco, heterosexual, estadounidense, de 22 años, de familia cristiana republicana y de derecha y, por supuesto, con libre y total acceso a las armas de fuego desde muy, muy niño (en las redes sociales incluso su madre presumía el acceso a las armas a través de varias fotos donde la familia posa con rifles, cuando Robinson no tendría más de 10 años); a quien su propio padre decidió entregar y cuyas primeras indagaciones hablan de mensajes fanáticos políticos en foros como Reddit y Discord… es decir: otro asesino engendrado en la ideología más extremista de los foros más viciosos y radicales de la red y la manosfera.
Lo condenable… y lo no lamentable
Al final (oootra vez, para sorpresa de nadie) Charlie Kirk es solo otra munición más: un nuevo y efímero mártir para que el conservadurismo siga propagando sus discursos discriminatorios y un argumento más para la izquierda liberal que satiriza la ironía de cómo alguien termina muriendo bajo el propio discurso de odio que defendía… así, cuando el próximo tiroteo estadounidense llegue (los cuales son tan continuos que se han vuelto preocupantemente normalizados al punto de la indiferencia por su sociedad) y todo este debate estéril en redes para agenciarse la victimización o repartirle culpas al otro lado termine, no cambiará absolutamente nada…
Sigue siendo despreciable y condenable el hecho de que a cualquier persona – sea quien sea, con los ideales que sea – le arrebaten su vida de una manera violenta porque, a fin de cuentas, por mucho que estemos en contra de estos pensamientos y la propagación de los mismos, nadie es quién para juzgar quién merece vivir y quién no; quién vale más y quién vale menos… hacerlo, es caer en el juego conservador de estar haciendo apología de la muerte como argumento (como ellos hacen con los genocidios); por lo que celebrar su propia muerte más allá de la ironía, terminaría dándole la razón y apoyando la visión cuasi fascista de que hay vidas que valen más que otras…
Pero, por otro lado, es importante mencionar de que, si bien la condena y el deseo de que la no violencia se imponga, tampoco vamos ser hipócritas: no podemos a caer en el viejo refrán tan arraigado en Latinoamérica de manera consciente e inconsciente de que “todos los muertos son buenos” y que su repentina ausencia borre automáticamente de golpe todos sus pecados… en la obligatoria condena del hecho, es también una obligación nunca olvidar que estamos hablando de un hombre que en vida defendió la muerte, el genocidio, la discriminación, la misoginia, la homofobia, la transfobia, la xenofobia, la islamofobia, la aporofobia, y prácticamente cualquier discurso de odio…
Toda muerte violenta es deplorable y condenable… pero no todos los muertos son buenos…
Que tu familia encuentre consuelo, Charlie: tu forma de morir no debe seguir pasando. Esperamos que tu esposa y tus hijas se sobrepongan y sigan adelante… Pero, ciertamente, el resto de nosotros NO te vamos a extrañar…