Se cumple el primer año de la presidencia de Claudia Sheinbaum y siete más del proceso político de transformación que dio inicio constitucional con la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República en 2018. Y una de las afirmaciones de todo este tiempo es que «México ya cambió», algo que emana de la voz de la actual mandataria. Y si bien hay tantos temas y tantos sectores que siguen esperando justicia, es cierto, estamos viviendo en un país distinto.
¿Distinto a qué, en todo caso? Piénsese en lo que ocurrió en mayo de 2006 en el pueblo de San Salvador Atenco, Estado de México, cuando los gobiernos federal de Vicente Fox y estatal de Enrique Peña Nieto, reprimieron a sangre a la población que se oponía al remate de sus tierras para la construcción del ecocida nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Entonces, bajo los toletes y las balas policiacas, dos jóvenes fueron asesinados, veintiséis mujeres violadas y más de doscientas personas detenidas y torturadas.
Veinticuatro años después, la comunidad campesina en voz del dirigente Ignacio del Valle, sigue alzando sus machetes, pero ahora se sienta a la mesa con la presidenta Claudia Sheinbaum, quien, en visita al lugar, precisamente en mayo, entregó un hospital del sistema IMSS-Bienestar como parte del plan de justicia para Atenco, el cual ha contemplado programas sociales, reconocimiento del trabajo campesino y, por sobre todas las cosas, resarcimiento histórico. No en balde, la región ecológica del lago de Texcoco ha renacido, y sobre lo que pretendía ser un montaje multimillonario de cemento y deuda con los gobiernos del PRIAN, hoy vive una de las zonas lacustres más importante del oriente del Valle de México.
Pero todo esto es apenas un breve ejemplo de que el proceso de transformación es real. Hay muchísimo todavía por lo cual trabajar. Por ejemplo: mientras la presidenta Claudia Sheinbaum hace su trabajo, la 4T aún no es una realidad en muchos estados y municipios donde continúan gobernando personas que tejen negocios al amparo del poder (ellos y sus familiares). Donde, bajo los estandartes guindas, acumulan poder nuevos caciques que en poco o en nada siguen los postulados forjados por López Obrador, primero, y por Sheinbaum, ahora. Todo ese mal, es una tarea por corregir, antes de que siga creciendo por dentro el cáncer de la contra-transformación.
Pero dependerá de las bases y del pueblo. Porque ha de distinguirse un cambio de régimen, no sólo por el rol del Estado sobre quienes habitan el país; sino por la capacidad de la gente de defender ese proceso político, los derechos ganados, los beneficios adquiridos y las libertades conquistadas. La Cuarta Transformación debe ser también la erradicación total de la simulación política y electoral. Que en cada estado y en cada municipio gobiernen hombres y mujeres cada vez más cercanos al ideal ético y moral de AMLO y Claudia: hombres y mujeres sin ambición de poder y riqueza; hombres y mujeres honestas, populares, de izquierda, cultas, humildes y con los pies bien puestos sobre la tierra. De lo contrario, la transformación, por la cual tanto hemos dado la vida, será nada más un proyecto acotado en la historia del país.