Las fotos de las redes sociales de Claudia Sheinbaum, así como las de Morena, estuvieron muy cuidadas; tanto que parece que quisieron ocultar que, en el mitin del domingo 8 en el Zócalo, con motivo del primer año de gobierno de la presidenta, la mayoría de la plancha estuvo cooptada por representación de organizaciones charras.
Ahí estuvieron el SNTE, de Elba Esther Gordillo, que de hecho abarcó más de un cuarto del Zócalo; la CATEM, del infame empresario taurino y anti obrero, Pedro Haces; el sindicato petrolero, de Ricardo Aldana, heredero del criminal Carlos Romero Deschamps; el sindicato ferrocarrilero, del tratante de mujeres y corrupto Víctor Flores; y hasta de la llamada «Fuerza Dragón», brazo mapacheril del flamante director del Metro de la Ciudad de México, Adrián Rubalcava. Todo ello, sin ahondar en que gobernadores y políticos menores que acarrearon gente y quisieron levantar sus propias pancartas para autopromocionarse frente a la mandataria nacional, como el titular de la alcaldía Gustavo A. Madero, Janecarlo Lozano, conocido agresor de género.
En fin. Aquello parecía más mitin de José López Portillo o Enrique Peña Nieto, de no ser por las miles de personas, morenistas (o mejor decir: obradoristas) de base, que sí asistieron por cuenta propia al Zócalo, como siempre, como antes, como cuando Andrés Manuel López Obrador tantas veces convocó a resistir o a celebrar.
Deben, entonces, encenderse las alarmas: Morena está a las puertas de la corporativización y, de ocurrir, será el principio del fin de este partido-movimiento, tal como se concibió. Ya lo advertía el mismo AMLO al decir que lo que echa a perder a los partidos es el pragmatismo: “El buscar triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole, la ambición del poder por el poder”. De tal modo, lo dejó claro: «Si el partido que ayudé a fundar, Morena, se echa a perder, no solo renunciaría, sino que me gustaría que le cambiaran de nombre, que ya no lo usaran porque ese nombre nos dio la oportunidad de llevar a cabo la Cuarta Transformación de la vida pública del país y no se debe manchar».
Pero la presidenta Claudia Sheinbaum es muy inteligente y, aún más: sabe bien de donde viene este movimiento. Ella lo ayudó a forjar en la calle, morral al hombro, tocando puertas, casa por casa, cuando el dinero de todos esos sindicatos charros ayudaban a financiar las campañas negras contra López Obrador. Y ahí arriba, desde el templete en el cual habló al Zócalo, pudo darse cuenta de esas pancartas, esos globos y esas porras de oropel. Sabe que, todos esos, sólo buscan el poder por el poder; por eso estuvieron ahí. Quiero pensar que sí.
