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martes, marzo 19, 2024

Sacerdote pederasta abusó de al menos 45 niños indígenas de Oaxaca

Ante las probadas denuncias, presentadas desde 2009, el arzobispo José Luis Chávez Botello optó por castigar o alejar a los siete sacerdotes diocesanos que hicieron los señalamientos. La Congregación de la Fe exculpó desde el Vaticano a Gerardo Silvestre Hernández. Un reportaje de Julio Hernández López para La Jornada

 

Gerardo Silvestre Hernández. Foto: NOTICIASNET.MX

 

por Julio Hernández López

Cuando menos 45 niños y jóvenes de regiones indígenas oaxaqueñas sufrieron abuso sexual por un sacerdote, Gerardo Silvestre Hernández, según diversos testimonios que desde junio de 2009 fueron presentados por autoridades municipales y feligreses e incluso de viva voz ante el arzobispo José Luis Chávez Botello por siete curas oaxaqueños (a los que en siguientes diligencias se agregaron tres), que después notificaron del asunto al Vaticano (donde, a pesar de todo, lo declararon inocente).

Acusado por el propio Gerardo Silvestre de mantener una relación de intimidad (versión que los sacerdotes pidieron fuese aclarada y, en su caso, desmentida), el arzobispo Chávez Botello permitió que durante más de tres años continuara en ejercicio, castigó y removió a quienes escucharon y atendieron a los denunciantes y lo premió con más poder y privilegios. Hasta que el domingo 27 del mes pasado tuvo que suspenderlo en su ministerio al darse a conocer una denuncia que hizo el mecánico Pedro Mendoza, cuyo hijo de nueve años fue enviado en 2006 como acólito a la parroquia donde oficiaba Silvestre Hernández (en dos ocasiones intentó suicidarse el pequeño, una cuando el presbítero fue a buscarlo a su casa). Luego surgieron otras dos denuncias de jóvenes que en su niñez también pasaron por la parroquia de San Pablo Huitzo, entonces a cargo de Gerardo Silvestre (notas en detalle en bit.ly/K0geAA y en bit.ly/LZobrV realizadas por Octavio Vélez, corresponsal de La Jornada en la entidad).

Cuando se produjo la primera denuncia, en mayo, el arzobispado de Antequera-Oaxaca emitió un comunicado de prensa (bit.ly/JDWzEv ) en el que precisó: “No es el proceder de la arquidiócesis ser notificados a través de denuncias públicas. Desconocíamos la acusación (…) Se nos hace injusto ser acusados de inacción cuando no habíamos sido previamente advertidos y, mucho menos, se nos ha probado lo que se afirma”.

Pero resulta que desde junio de 2009 el arzobispo Chávez Botello había escuchado en su cara los señalamientos detallados de Gerardo Silvestre como “un caso probado de pederastia clerical en una zona indígena” y de “afición al alcohol, el dinero y el poder” que le habían hecho de viva voz siete sacerdotes diocesanos: Manuel Arias Montes, Sergio Herrera Arias, Miguel Ángel Morelos García, Jorge Pérez García, Juan Antonio Jiménez, Guillermo Velázquez Gordillo y Juan Ruiz Carreño (a ellos se agregaron los también presbíteros David Elías Mendoza Maldonado, Leoncio Hernández Guzmán y Ángel Noguera).

En una carta formal enviada al cardenal William Joseph Levada, directivo de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, los religiosos oaxaqueños aseguraron que desde el 16 de junio de 2009 “advertimos a nuestro arzobispo (Chávez Botello) y a su obispo auxiliar, Óscar Campos Contreras –hoy obispo de Tehuantepec–, en una reunión que le pedimos para tratar este caso, que el malestar del pueblo y la noticia de la pederastia del padre Gerardo Silvestre estaba desbordando los límites de las parroquias de Santiago Camotitlán –su parroquia inmediatamente anterior– y Villa Alta, su parroquia actual en este momento”.

La carta al Vaticano, enviada el 4 de agosto de 2010, añadía: “Estamos muy preocupados por esta situación que, consideramos, puede llevar a nuestra iglesia diocesana –y por ella a la Iglesia universal– a una crisis de credibilidad y de pérdida de respeto peor que la que el papa Benedicto XVI advierte en su Carta Pastoral a los católicos de Irlanda”, pues “el delito de pederastia que denunciamos, pudiendo resolverse a tiempo, se ha dejado que avance encubierto por nuestro arzobispo, con gran sufrimiento de niños y adolescentes indígenas, de sus padres y de pueblos completos”.

En la reunión del 16 de junio de 2009 con el arzobispo Chávez Botello, los curas leyeron un texto integrado con “documentos, testimonios de las víctimas y testigos”:

Santa Catarina Yetzelalag, Villa Alta: el sacerdote Silvestre Gerardo “a los niños y jóvenes de la comunidad (…) les hacía caricias obscenas y jugueteaba con ellos (…) En una de las festividades (…) invitó a unos jóvenes a tomar y les compró sus cartones de cerveza y que ya tomados a uno de ellos le estuvo chupando el pene y acariciándolo indebidamente”.

San Ildefonso, Villa Alta: “le gusta el licor… se ponen a tomar con él y tener jovencitos de otras comunidades que no corresponden a la parroquia en sus habitaciones… lo han visto tomado en los basureros por las noches y anda con el cuello lleno de chupetones morados… Hay otro joven en esta comunidad que ha sido otro de sus amigos íntimos del padre y comenta que los de Camotitlán son unos p{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd}#& porque dan su limosna para que él las disfrute ya que dice que el padre le da a él por los favorcitos que le ha hecho y que por fin se aventó uno de cura”.

Temaxcalapa: “por estar tomado sufrió un percance con su camioneta en calles centrales de la comunidad… cuando en una reunión le hicieron ver sus fallas… se molestó y les pidió fotos o videos… les dijo que no les extrañara que un padre tomara ya que hay padres borrachos, mujeriegos… y hasta con hijos y que son peores más hasta hay obispos borrachos y con mujeres”.

Santiago Camotlán: una víctima da testimonio de que Gerardo Silvestre lo llevó de acompañante a San Dionisio Ocotepec; de regreso lo metió a un hotel, lo emborrachó y abusó de él.

Y en un video, que al igual que los anteriores documentos forma parte de un expediente de solicitud de protección a los derechos humanos al que se tuvo acceso y de todo lo cual se cuenta con copias, un joven de Camotlán relata nombres de niños, jóvenes “y hasta un viejito” a los que Gerardo Silvestre Hernández en diversas fechas embriagó para luego tener relaciones sexuales. La suma de lo relatado por ese joven es de más de 40 casos.

En una reunión con fieles que le reprochaban sus errores, según le dijeron los curas a Chávez Botello, y luego a Roma: “el padre Gerardo dijo a los ahí reunidos ‘además el obispo es mi pollo’, y mi pollo, sabemos, significa: mi novio, mi amante, mi pareja. Esto se ha extendido y no son pocos los que ya piensan que por eso el arzobispo no hace nada por poner remedio a la anómala situación del padre Gerardo”.

Chávez Botello también escuchó en junio de 2009: “No actuar inmediatamente lo convertiría ante los ojos de la Iglesia y la sociedad en encubridor de un clérigo pederasta”, “en otras partes de la diócesis empiezan a surgir testigos contra un colaborador cercano al arzobispo para configurar otro caso de pederastia, lo mismo que contra un ex superior del seminario menor que, aseguran, manoseaba sexualmente a los alumnos. Se va creando un ambiente moralmente dañino en la diócesis, como se lo advertimos cuando nos reunimos para denunciar los actos de corrupción del padre Uvi (Francisco Wilfrido Mayrén Peláez), que usted conoce y solapa”.

A pesar de todo, Chávez Botello prefirió castigar al diácono Ángel Noguera, alejar al cura Apolonio y elevar de categoría a Gerardo Silvestre Hernández. Ante ello, los curas recurrieron a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, relataron su reunión con el arzobispo, dijeron que la investigación de lo denunciado no se había hecho “de manera honrada, transparente y apegada a las leyes de la iglesia”, y plantearon la posibilidad de que ese arzobispo renunciara.

El 17 de febrero de 2011, la citada congregación exculpó desde Ciudad del Vaticano a Gerardo Silvestre (“no pesa denuncia verosímil” en su contra) y al arzobispo Chávez Botello.

LA JORNADA 

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