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viernes, abril 19, 2024

Todo es culpa de El Komander

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Aquella tarde del jueves 14 de mayo en Chihuahua, México, tres niños y dos niñas entre los 12 y 15 años de edad, decidieron que Christopher Raymundo Márquez, un niño de 6 años, era un buen prospecto para salir de un día aburrido y jugar con él al secuestro… Después de golpes, lapidación, sofocamiento y apuñalamiento, Christopher moría y era enterrado por sus púberes victimarios cerca de un arroyo.

Lejos de convertirse en una nota más en la marea roja – amarillenta que invade los medios (y las calles) de México, la noticia arrancó indignación y conmoción dentro de muchos sectores sociales, siendo combustible para alimentar editoriales en medios convencionales, alternativos, redes y conversaciones casuales entre la sociedad civil. El grado de malicia en los hechos, la frialdad en la intención de cubrir el crimen y principalmente, la edad de los ejecutores, marcó profundamente por unos días el debate sobre el estado actual de la sociedad mexicana.

Nadie puede objetar que este hecho es una muestra abrumadora de nuestra cotidianidad como sociedad. Este tipo de hechos nos impide mirar hacia otro lado y nos obliga a cuestionarnos aquello en lo que nos hemos convertido. Nos encontramos entonces, ante la oportunidad de reflexión a la que atrocidades como éstas nos orillan sin remedio. Y entonces, hicimos lo más plausible y lógico… buscamos a quién echarle la culpa.

Uno podría rastrear a lo largo de la historia posmoderna de las sociedades occidentales muchos ejemplos del famoso chivo expiatorio: aquel que amablemente recibe una bala por el equipo, y tiene que sacrificarse ante el ojo público para cargar con todo el peso de años y años de formación social y cultural carente de valores, ética y civismo; ausente de responsabilidades y educación por parte de un statu quo donde todos jugamos a hacer como que no vemos nada: gobiernos, instituciones, medios, sociedad, familia… porque siempre es más fácil arrojar al fuego ceremonial para aplacar la furia de nuestras culpas, a aquellos participantes sociales más evidentes y descarados, en vez de comenzar a barrer con todo aquello que se pudre en nuestra cosmovisión de sociedad en desarrollo.

Y fue así, un poquito extraña la manera en que llegó, que dimos con la solución: haciendo alarde de constancia histórica en nuestro burdo análisis moral como sociedad, que incontables personas han tomado la vía rápida y encontraron en la cultura de masas la causa de absolutamente todos males: todo es culpa de El Komander…

Durante más de la mitad del siglo XX, los grupos culturales alternativos han utilizado los medios a su alcance, teniendo como principal vehículo las bellas artes y los movimientos de equidad y derechos humanos, para divulgar un mensaje de concientización social en contra de cualquier tipo de manipulación por parte de grupos en el poder. Con mayor o menor fortuna, a través de los años se han formado movimientos que han logrado permear en la conciencia de las generaciones más nóveles con la intención de formar sociedades más críticas a mediano plazo. La efectividad o veracidad de cada uno de estos grupos alternativos puede ser discutible y cuestionada en diversos rubros, pero su existencia ha jugado un papel fundamental en el constante desequilibrio que existe en los contenidos de los medios y su influencia en la formación de la opinión pública.

Pero el arte y los medios de comunicación como vehículos propagandísticos no son un arma exclusiva de grupos transgresores: Adorno y Horkheimer establecieron en su Dialéctica de la ilustración el término “Industrias Culturales” para referirse al uso de la industria del entretenimiento por parte de los gobiernos para influenciar la formación de la opinión pública: “Los estándares habrían surgido en un comienzo de las necesidades de los consumidores, de ahí que fueran aceptados sin oposición. Y, en realidad, es en el círculo de manipulación y de necesidad que la refuerza donde la unidad del sistema se afianza más cada vez”, afirmaban.

Por ello, es que la cultura de masas – esa industria del entretenimiento – juega un papel tan importante en la formación de la identidad de un individuo y una sociedad. Por ello no puede sorprendernos que estemos dispuestos a pelearnos y ofendernos en cualquier foro de expresión electrónico en defensa de nuestros ideales políticos y nuestras creencias religiosas, pero también al respecto de la imagen de marca de nuestro teléfono móvil de preferencia, nuestro equipo de futbol, e incluso, no tenemos mesura alguna en amenazar de muerte a aquellos que critican la vestimenta de nuestro cantante favorito.

Así fue como la dialéctica de la ilustración profetizó la llegada de El Komander, Julión Álvarez, los narcocorridos y anexas. Así es como una sociedad en la pobreza absoluta convierte en idealismos de triunfo al narcotraficante y plastifica nuestras concepciones de éxito, belleza, y valores… Y sin embargo, aun cuando es posible cuestionar cada uno de los elementos que construyen el perfil de los narcocorridos y de El Komander, ellos NO son los culpables: son meras herramientas de un imaginario torcido que todos hemos alimentado.

En mis redes y en mis círculos sociales, no he parado de escuchar / ver / leer alusiones a que son los narco corridos los que han provocado hechos como los de Chihuahua: “si enseñas a tus hijos a escuchar al Komander, no te quejes de la violencia”… juicios condenatorios por parte de los grupos alternativos a mi alrededor que veían venir lo de Christopher porque “la gente estúpida e ignorante sin educación” escucha narcocorridos.

Es complicado ver a una persona caer en la salida fácil del chivo expiatorio, pero resulta aún más doloroso ver a todos aquellos seres alternativos – aquellos que se han mantenido, en menor o mayor medida, críticos y estoicos en sus propias idiosincrasias y en defensa de sus expresiones artísticas ante la avalancha de industrias culturales – llegar a una conclusión tan absurda como todo es culpa de El Komander…

¿Por qué me es más difícil aceptar esta postura por parte de la Contracultura? Simplemente porque los grupos alternativos suelen ser los chivos expiatorios favoritos de la sociedad en general para liberarse de sus responsabilidades morales. Porque uno esperaría un poco más de memoria histórica / sociocultural y un poco menos de intolerancia y prejuicio por parte de aquellos que han sido víctimas de la doble moral del statu quo… y para muestra sólo uno de muchísimos ejemplos:

El 20 de abril de 1999, en la preparatoria Columbine de Littleton, Colorado; EUA, dos estudiantes de 17 y 18 años abrieron fuego en la cafetería de la escuela contra el resto de sus compañeros, asesinaron a 15 personas, hirieron a más de 20, y posteriormente se suicidaron. Es una de las más grandes tragedias en la historia de Estados Unidos, y cambió para siempre la dinámica escolar de la niñez y juventud norteamericana.

Al momento de indagar los motivos, el abandono familiar, la apatía generacional, la depresión desatendida, la indiferencia de actores escolares, el bullying, un sistema de atención psicológica basado casi exclusivamente en medicar a sus pacientes, la incapacidad de todas sus figuras de autoridad y salud de detectar desórdenes mentales, la ineptitud del sistema de justicia en crear antecedentes de actos vandálicos y agresiones, la legislación que permite el acceso casi libre a armamento… nada, absolutamente nada de eso fue la primera instancia condenatoria y fuente de la atrocidad del par de estudiantes… la policía realizó un cateo posterior de las habitaciones de los dos jóvenes y dieron con los grandes culpables: los videojuegos y Marilyn Manson.

En ese entonces, yo tenía misma la edad de los agresores, yo jugaba videojuegos y escuchaba Heavy Metal. Y la indignación de todos aquellos que compartíamos esos intereses fue unánime. Éramos víctimas de un prejuicio estúpido y descabellado. Acusaciones de una sociedad al grado de la desesperación por salvar su propio pellejo y librarse de sus culpas.

Columbine no fue la primera, no fue aislada, ni ha sido la última vil y burda expresión de odio hacia un grupo social: los metaleros hemos sido señalados y discriminados únicamente por la música que nos gusta. Y sin embargo, en una ausencia absoluta de empatía, eso no nos ha impedido señalar, enjuiciar y discriminar de la misma forma.

¿Dónde está entonces la calidad moral? ¿Dónde está la autoridad para exigir en un futuro que no nos estigmaticen por pensar diferente? ¿Dónde está ahora la enérgica llamada a la tolerancia? ¿Qué podemos esperar de aquellos sectores cuyas oportunidades de formación de identidad se limitan meramente a la cultura de masas que las industrias culturales crean a través de los medios, si aquellos que se lazan con la bandera de transgresores, críticos y de mente abierta están cayendo en el mismo juego de odio e intolerancia?

Al final, es solamente un estúpido análisis reduccionista afirmar que El Komander y demás peculiaridades de las industrias culturales causan la descomposición social: que son un mensaje carente de valores para la formación de un individuo social, es cierto, pero NO son la causa de los males sociales… son el resultado de estos: la consecuencia de una sociedad podrida, de una apología al crimen organizado, de una carencia de oportunidades de salir adelante si no es por medio de la ilegalidad, de que vivamos auto engañándonos pensando que estos hechos son obra de personas torcidas e ignorantes; de una falta de valores y formación cívica y ética que no se va a corregir en un par de años, ni en una generación, y que no la va a corregir un solo sector, porque la idolatría a la misoginia, el crimen, la discriminación y el poder económico no se volvieron nuestros sueños huecos de éxito de un día para otro; esto existe porque el sistema lo fomenta, los medios lo permiten, los gobiernos no lo resuelven y nosotros como sociedad de a pie no somos capaces de abrir nuestra mente e impedir que todo lo anterior suceda.

Si vivimos, fomentamos, permitimos y normalizamos la apatía social, la doble moral, la intolerancia, la corrupción y la violencia… la conclusión es sólo una: A Christopher lo matamos todos…

Vladimir Meza Escorza
Vladimir Meza Escorzahttp://vlack.mx
Melomaniaco. Cinefílico. Socioloco. Marketinsano. Políticonoclasta. Doctor en Ciencias Sociales. Analista de Medios, Opinión Pública, Marketing, Cine y Cultura de Masas, con enfoque social. Vocalista y compositor con 6 producciones discográficas y más de 20 años de experiencia en la escena. Hago música en: http://vlack.mx Hablo de cine en: https://facebook.com/nonotecapodcast

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