El 17 de julio de 1928 fue asesinado Álvaro Obregón, expresidente de México de 1920 a 1924 y Presidente electo de la República para el periodo 1928-1932, en manos del dibujante José León Toral. El general Obregón participó en el movimiento revolucionario de 1910-1917, luchando al lado de las fuerzas constitucionalistas comandadas por Venustiano Carranza.
Publicado en 1928 por el diario “El Universal” / Desde Abajo
En el restauran campestre “La Bombilla” sito en las cercanías de San Ángel, se desarrolló ayer a medio día, tremenda tragedia, cuya trascendencia nacional es incalculable. Un hombre desconocido logró llegar hasta el lugar donde comía el Presidente electo, General Álvaro Obregón, y por la espalda le disparó seis balazos, haciendo blanco en todos, porque el asesino estaba muy cerca de su víctima y la agresión fue tan súbita que no se permitió poner en obra ningún medio de defensa. La confusión que se produjo en los primeros momentos fue indescriptible. Nadie pasaba a explicarse la escena que ante sus ojos se había desarrollado, dejando una oleada de espanto en cuantos la presenciaron….
Llegada del General Obregón
El General Obregón se presentó minutos antes de las 13:00 horas. Llegó a bordo de su automóvil Cadillac, acompañado de los señores licenciados Aarón Sáenz, Arturo H. Orci y Federico Medrano, del diputado Ricardo Topete y del Coronel Tomás A. Robinson.
Vestía el divisionario sonorence un traje gris, y daba muestras de un buen humor de siempre. Saludó a la concurrencia y para cada uno de los comensales tuvo una frase amable. Accedió a posar en un grupo, con los comensales, por más que advirtió que después de la comida ese grupo fotográfico resultaría mejor, todos los personajes tendrían semblantes risueños y satisfechos, pero en fin, se resignó a las exigencias de los fotógrafos. Y en una glorieta del jardín, frente al gran kiosco, se tomó ese grupo histórico…
Cómo fue la tragedia
El asesino —que después se supo que se llamaba José— había permanecido de pie cerca de la mesa de la derecha. Parecía arrobado en su labor y ajeno a cuanto pasaba en su entorno suyo. Y algunos comensales supieron que no escribía, sino dibujaba. Estaba haciendo caricaturas de ellas.
González caminó lentamente hacia la mesa de honor. Y al llegar al extremo izquierdo, cerca de la cual se hallaba el diputado Ricardo Topete, que conversaba con don Enrique Fernández Martínez, se le acercó, diciéndole que había tomado dos caricaturas del General Obregón y una del licenciado Sáenz.
—A ver que le parecen a usted, señor Topete —le dijo— después hace su caricatura.
—Está bien— respondió con indiferencia el diputado Topete.
—Voy a enseñárselas al General Obregón —dijo González— A ver que dice.
Y el asesino dio un paso, detrás de la gran pieza floral, debajo de la cual pasó, hasta llegar detrás del General Obregón accedió complaciente a verlas, y se volvió hacia su derecha, entregándose confiado a la contemplación de los dibujos.
Los relojes marcaban las 14:20 horas. Esto fue el momento que traidoramente aprovechó el asesino, contando con que todos charlaban distraídos y que nadie vigilaba sus actos. Dio un paso a su izquierda, quedando detrás el licenciado Aarón Sáenz y violentamente sacó una pistola automática “Star”, calibre 35. Y estando de pie, disparó casi a quemarropa sobre el General Obregón que seguía sentado y le presentaba la espalda confiadamente.
Fueron cinco, seis disparos consecutivos —el número de ellos no pudo preciarse—, que sembraron estupor entre cuantos nos hallábamos en aquel lugar.
El General Obregón no tuvo tiempo de hacer ningún movimiento para su defensa. La agresión fue inesperada. El asesino le hizo fuego por la espalda y de arriba abajo. Todos los balazos hicieron blanco. El General Obregón cayó sobre la mesa, primero; después se desplomó hacia su costado izquierdo y cayó al suelo.
Se cree que murió instantáneamente. Que cuando se desplomó ya estaba sin vida.
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