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miércoles, febrero 5, 2025

Tatic en Zimapán

. Los biógrafos de don Samuel le describen como buen teólogo y consumado jurista, con el alma atribulada por el trato de los indios esclavos que se compraban y vendían como hatos de ovejas: «Un hombre que predicaba como apóstol, enseñándoles los medios de su salvación que era poner fin a un trato tan ilícito».

Por Tania Meza Escorza / Desde Abajo

Cuando Samuel Ruiz llegó por primera vez a trabajar como Obispo a Chiapas en 1960, la situación estatal con la que se encontró era idéntica a la que le tocó vivir a Fray Bartolomé de las Casas en el siglo XVI.

Los biógrafos de don Samuel le describen como buen teólogo y consumado jurista, con el alma atribulada por el trato de los indios esclavos que se compraban y vendían como hatos de ovejas: «Un hombre que predicaba como apóstol, enseñándoles los medios de su salvación que era poner fin a un trato tan ilícito».

En una de sus primeras visitas a una comunidad chiapaneca, un indio le confesó: «Yo serví de caballo» en una comunidad en que todos los niños habían muerto por una epidemia de fiebre desatendida por los servicios oficiales de salud.

El obispo Ruiz se acercó como muy pocos lo han hecho a los indios chiapanecos, quienes vivían en esclavizados por los mestizos.

En el texto «El profeta de los Indios», Enrique Krauze describió así a los feligreses de Samuel Ruiz: «En las fincas, algunos patrones azotaban a sus peones acasillados y les pagaban con vales en las tiendas de raya; en San Cristóbal de las Casas, orgulloso bastión de los coletos, los indios bajaban de las aceras para ceder el paso a los blancos que seguían refiriéndose a ellos con un asco racial en el que resonaba el eco de la frase brutal que escuchó fray Bartolomé a su llegada: ‘perros indios'».

En ese contexto, era difícil enseñar la palabra de Dios de manera convencional, sólo quedó un camino: La teología de la liberación, mediante el proceso vital indio de siembra y cosecha: A partir de la lectura del evangelio, la gente comenzó a decir su palabra, y la palabra se cosechaba y sintetizaba. Los viejos escuchaban la síntesis, empezaban a dejar el flujo de su corazón hablar sobre esto, y con eso se sacaba una lección que tenía contenidos bíblicos, y que derivó en la conversión masiva de muchos indios a una forma autóctona de la Teología de la Liberación.

Al interpretar el Nuevo Testamento, don Samuel propone una teología basada en el Jesús histórico como un rebelde opuesto al culto tradicional, a las injustas estructuras sociales y a los poderes opresivos de su tiempo. «El Jesús de Ruiz era un profeta revolucionario consciente del contexto político de sus afirmaciones», asegura Enrique Krauze.

En las zonas indígenas de Chiapas, Samuel Ruiz representa la figura de máximo respeto, eso dio a los indios y eso se ganó para él. Junto con el respeto, la admiración y la confianza, los indios chiapanecos le dieron un nuevo nombre: Tatic, «padre» en tzeltal.

Este fin de semana, el obispo emérito, el mediador para la paz en 1994 en Chiapas, el candidato al premio nobel de la paz, estuvo en Zimapán para oficiar una misa alentadora y decir a la ciudadanía zimapense que no está sola en su lucha contra el basurero tóxico que se pretende instalar en ese lugar.

Ante más de dos mil personas, Tatic atrajo los ojos del mundo hacia la lucha un de un pueblo por su derecho a la vida: «Zimapán, se ha convertido en un lugar donde se defiende la vida. Un lugar donde se protege la salud. Un lugar donde se cuidan los derechos humanos».

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