. Nos guste o no, el PRD es el partido político más importante que la izquierda mexicana haya construido. No por antonomasia. Sino por la simple razón de haber emergido del registro del Partido Comunista Mexicano, del Partido Socialista Unificado de México y del Partido Mexicano Socialista, los cuales son y estarán siempre en los cimientos y columna vertebral del perredismo. Esos mismos que Valentín Campa, Hernán Laborde, Demetrio Vallejo y Arnoldo Martínez Verdugo construyeron y solidificaron con su ejemplo y moral. Porque es el pasado y el presente de loa anhelos de la sociedad mexicana de construir un país democrático y socialista. Y es un hecho, hoy por hoy, prácticamente todas las luchas populares de México, atraviesan de una u otra manera, por el PRD y de él dependerá en buena medida la transformación del país.
Por Luis Alberto Rodríguez / Desde Abajo
El jueves 27, la prensa nacional destacó la renuncia al Partido de la Revolución Democrática de Gerardo Fernández Noroña, hasta entonces “vocero oficial” de este instituto, de donde se aleja con resultados poco claros. Situación lamentable, en el sentido estricto del acto. Pero, tras de las notas periodísticas que subrayaron lo que es un episodio más en el hueco protagonismo noroñista, se asoma una real tragedia, llena de significado, que apenas se toca en la mitad de un enunciado: “… lo acompaña en su renuncia María Fernanda Campa Uranga”.
Acompañó a su padre, el líder comunista y ferrocarrilero Valentín Campa Salazar en la fundación del PRD en 1989, tras varias décadas de militancia en el socialismo mexicano. Aquel acto representó en sí mismo un gran pasaje de justicia histórica, pues 21 años antes, recién egresada de la ingeniería en Geología, peleó desde el Consejo Nacional de Huelga por su liberación y la de otras y otros 200 presos políticos en 1968. Muchos de ellos, acusados de sedición social por luchar en las filas del Partido Comunista Mexicano.
Al interior del PRD se le respeta y admira, no sólo por la grandeza de su apellido, sino por ser eternamente consecuente con sus principios políticos. Lo ha demostrado recientemente en el activismo contra la privatización de Petróleos Mexicanos tanto en las calles como en el Senado de la República, lo que le valió el reconocimiento moral de ser perseguida por Francisco Barnés, a quien acusó de ser cómplice en el saqueo de la paraestatal.
Su renuncia, sin duda refleja la pauta de su conducta ideológica. No obstante, para los fines que persigue, hace más daño que bien. Militantes como ella hacen falta en ese partido, que si bien –tal como explicó-, desde hace años es rehén de los intereses traidores de quienes hoy detentan su aparato, no es culpa del PRD por sí mismo.
Nos guste o no, el PRD es el partido político más importante que la izquierda mexicana haya construido. No por antonomasia. Sino por la simple razón de haber emergido del registro del Partido Comunista Mexicano, del Partido Socialista Unificado de México y del Partido Mexicano Socialista, los cuales son y estarán siempre en los cimientos y columna vertebral del perredismo. Esos mismos que Valentín Campa, Hernán Laborde, Demetrio Vallejo y Arnoldo Martínez Verdugo construyeron y solidificaron con su ejemplo y moral. Porque es el pasado y el presente de loa anhelos de la sociedad mexicana de construir un país democrático y socialista. Y es un hecho, hoy por hoy, prácticamente todas las luchas populares de México, atraviesan de una u otra manera, por el PRD y de él dependerá en buena medida la transformación del país.
Hay perredistas integrados al Movimiento de Liberación Nacional; dirigiendo el Frente Nacional Contra la Represión; luchando en el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo; participando en La Otra Campaña del EZLN; en la guerrilla; en la construcción a los múltiples aparatos ideológicos alternativos; siendo agentes activos del Partido Comunista de México (marxista – leninista); defendiendo la causa por la liberación de los presos políticos de San Salvador Atenco o formando delegaciones mexicanas de solidaridad con Cuba, Venezuela, Bolivia y la integración latinoamericana.
En efecto, todos y todas ellas que ahí se encuentran, nada tiene que ver política, moral, ideológica y activamente con Nueva Izquierda, esos que han mancillado al perredismo-socialismo, entregando los membretes de ese partido a criminales como Juan Sabines, Zeferino Torreblanca, Marcelo Ebrard o José Guadarrama. Al contrario, están resueltos a emprender una lucha frontal por el rescate y la renovación de su partido; más aún, en la reciente imposición federal de Jesús Ortega Martínez. Hacer del PRD un partido “socialista, combativo y democrático”, como Alejandro Encinas Rodríguez explicó.
Esto deberán entenderlo miles de perredistas que han comenzado a pensar su salida tras la imposición de Ortega Martínez. Y a la vez, combatir el oportunismo mercantil del Partido Convergencia y su franquiciador, Dante Delgado, quien sin escrúpulos ha aprovechado la crisis perredista para comprar corporativamente a militantes “decepcionados”.
Por supuesto, el Partido del Trabajo, pareciera no ser opción de puerto para los militantes conscientes, que no olvidan la persecución y masacre de más de 600 perredistas a cargo de Carlos Salinas de Gortari y su hermano Raúl, compañeros de Facultad de Alberto Anaya, acusador de urdir conjuntamente alianzas político-económicas contra el PRD. Cabe aclarar que, si bien pesa este estigma sobre el PT –desmentido siempre por el propio Anaya-, éste ha sido el partido político que ha ocupado el espacio que tenía el comunismo mexicano en el mundo de la izquierda, a través de su Seminario Internacional y la proclamación textual en su declaración de principios promulga una la “construcción de una sociedad socialista”, a través de una “ética revolucionaria”.
Con esto -y aún sin esto-, la alianza PT-Convergencia para las elecciones federales del 2009, es un método de presión a Andrés Manuel López Obrador y los militantes que han perseguido la causa renovadora del PRD con Alejandro Encinas como nuevo referente nacional. La apuesta: la desbandada perredista, pues es claro que los objetivos electorales no los cumplirían en solitario.
No es congruente con los principios del FAP la desarticulación de un partido como el PRD para alimentar los intereses de los otros que los integran. Por principios, ética y vocación, el llamado tendría que ser por el rescate del perredismo-socialismo. No su sepulcro.
Por eso mismo, quizá la renuncia de María Fernanda Campa no sea el abandono de esa causa, pero con ella se va un referente histórico, un simbolismo enorme. ¡Cómo ayudaría a esta lucha la presencia de Valentín Campa!. El mismo, al ser segregado del Partido Comunista, se decidió a conformar su propia opción, el Partido Obrero Campesino y no adherirse, por ejemplo, al lombardismo. Sin embargo, el apellido Campa no figura más en la militancia del PRD y es una verdadera pena.