. El alcalde de Londres Boris Johnson, aquél que hizo enojar a los chinos por no abotonarse el saco en la ceremonia de recepción de la antorcha olímpica, bien podría tomar asesoría del anterior Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, alguien con quien tiene rasgos en común.
Por Mireya Márquez / Desde Abajo
El alcalde de Londres Boris Johnson, aquél que hizo enojar a los chinos por no abotonarse el saco en la ceremonia de recepción de la antorcha olímpica, bien podría tomar asesoría del anterior Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, alguien con quien tiene rasgos en común.
Pese a que uno es del partido conservador, y el otro enrojecería al saberse etiquetado con tal mote, ambos se hicieron famosos como alcaldes por seducir a la prensa, amar los reflectores, levantar la ceja de los aristócratas, hacer rabiar a la crema y nata de su partido e ignorar olímpicamente a sus adversarios.
Y aunque el alcalde de Londres se graduó en Oxford y no empieza a trabajar a las seis de la mañana, sí se asegura de ser captado por la prensa llegando al trabajo en bicicleta, para evitar contaminar con su auto o pasar como ominoso, algo que comparte con el emblemático auto compacto del ex alcalde mexicano.
Pero más allá de sus personalidades, son sus políticas públicas las que los unen. Resulta que muy al estilo de las preparatorias del Distrito Federal, el alcalde londinense anunció la creación de la primera ‘Academia Municipal de Londres’, una institución de enseñanza para menores de 16 años financiada con las arcas de la ciudad.
Sería la primera de diez instituciones educativas que el alcalde Johnson contempla establecer en los populares y violentos barrios de Londres, para “equipar a los jóvenes con herramientas para el futuro y prevenir la delincuencia”. Su academia funcionará como una escuela pública independiente con estructura, programas y horarios flexibles, que proporcione servicios educativos a las familias de escasos recursos.
La medida no ha caído bien al interior del ayuntamiento, cuyos administradores se truenan los dedos por reponer la constante fuga de recursos a los próximos Juegos Olímpicos, que por las locuras y los deseos filantrópicos de su jefe. Los críticos consideran el sueño educativo de Boris una medida populista e innecesaria, y ya se preguntan de dónde va a sacar las por lo menos ocho millones de libras esterlinas que necesita para mantener las academias funcionando.
Probablemente Boris necesite hablar primero a sus homólogos de Ciudad de México. Las preparatorias del D.F. y sus universidades representan una fuente importante de destino de recursos públicos. Si los números de la ciudad siguen en negro, o en rojo, o en rojo que disfrazan como negros, será algo que Boris, a quien media ciudad de Londres apoda ‘el payaso de la política’, querrá saber. Sólo dos consejos Boris: uno, sea cual fuere el resultado de tu plática, no lo publiques en tu cuenta de Twitter, en México no querrán hacer olas y los políticos mexicanos no acostumbran rendir cuentas; y dos, no les pidas consejos sobre imagen y vestimenta. Ser el político británico peor vestido de la comarca no tiene precio.
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