Por Soledad Jarquin / Desde Abajo
Es claro que existen reglas, en los principios están los fines o más preciso sería aquella voz popular que reza que “aunque sean del mismo barro no es lo mismo bacín que jarro”, como dijo una vez un columnista cuando lo invitaron a participar en la televisión local para dar su opinión sobre algún tema, pero desistió pronto cuando se enteró que entre los “notables opinadores” estaría Rito Salinas, funcionario del gobierno estatal.
Lo mismo tendría que pasar entre algunas mujeres, que en la búsqueda del reconocimiento de sus derechos ciudadanos y de los cuales se acuerdan por lo general sólo en tiempos electorales (o sea cada seis años) cuando corren desesperadas tras el puesto de elección popular para asegurar el pan nuestro de cada día, el poder, la casa en una zona privilegiada, el colegio de los niños, los autos y algo de glamur, como sucedió con aquel pacto creado en 2003 con motivo de los 50 años del voto de las mujeres. El espejismo de aquella ilusión se convirtió pronto en lo que algunos “visionarios” alcanzaron a llamar como la agencia de colocaciones. No era para menos, parte de esas mujeres fueron regidoras, otras diputadas y otras alcanzaron un puesto segundón en la administración pública.
Es lamentable pero así sucedieron las cosas, algunos ejemplos notables fueron Rosario Villalobos que no fue diputada del PRD, en cambio se adhirió a la campaña del entonces candidato del PRI, Ulises Ruiz, que en pago a los servicios prestados la hizo funcionaria en la administración pública; Perla Woolrich fue regidora del PAN en el gobierno de la capital oaxaqueña y siguió escalando peldaños, hoy es diputada local, no alcanzó las simpatías suficientes para ser diputada federal por el mismo partido.
En el PRI, Edna Liliana Sánchez Cortés se convirtió en diputada local y pasó sobre otras priistas que volvieron a la banca de espera. A Norma Reyes Terán el pacto le permitió permanecer algunos años más frente al Instituto de la Mujer Oaxaqueña. Después el pacto por la equidad se guardó en el cajón del olvido tan pronto las “convocantes” encontraron el espacio que buscaban o se conformaron con el que les dieron.
No era para menos, las mujeres como los hombres están formados en el mismo espacio, aprenden de la misma manera, las mujeres no vienen de Marte dicen las maestras de feminismo, para creer que por el hecho de ser mujeres tendrían que hacer las cosas de otra forma. Nunca será así, menos aún cuando los principios por la igualdad y la justicia social para las mujeres sean sólo parte de un discurso, demagogia pura que nos lleva hoy a la situación de retroceso de los derechos constitucionales de las mujeres o a mirar la violencia contra las ellas como un asunto normal, tanto que muchas de estas políticas la viven y permiten de manera cotidiana en sus vidas laborales.
Con el tiempo también se definieron las posiciones ideológicas y nadie más consecuente con lo suyo que la diputada Perla Woolrich, impulsora de lo que se conoce como la ley antiaborto y que llevó a la reforma del Artículo 12 Constitucional, ley que secundaron empeñosamente las legisladoras priistas, a quienes el camino les ha sido facilitado al negarles el derecho básico de disentir y actuaron bajo la costumbre de dar la espalda a la sociedad con tal de no contradecir y sí obedecer.
Hoy nada es extraño, cada quien se ha definido al paso del tiempo, algunas cambiaron sus principios y sus ideologías, lo cual es válido. El problema fundamental reside en que muchas de estas mujeres siguen utilizando las luchas feministas o de las mujeres para ganar espacios públicos y políticos, además de seguir colgándose el milagrito de reivindicar a las mujeres, cuando hace tiempo que perdieron ese horizonte para buscar sus beneficios personales.
Por eso no es insólito que en el mismo “pacto por ellas mismas”, se puedan sentar a la mesa la panista Perla Woolrich y su ley antiaborto como aporte; las despistadas priistas como Carmela Ricárdez que busca ser la candidata priista para gobernar la ciudad de Oaxaca, algunas perredistas que navegan con bandera de sorprendidas y que la convocatoria haya salido de la oficina de Rosario Villalobos, es decir desde la Subsecretaria de Derechos Humano del poder Ejecutivo. Usted saque sus conclusiones.
Y mientras estas mujeres pretenden el pan nuestro de cada día, una casa nueva en alguna zona residencial, las mejores escuelas para sus hijos, los autos último modelo y se dejan seducir por el glamur del poder, como lo hacen la mayoría de los hombres, hay otros pactos que sí son verdaderos, como el que han emprendido mujeres de todo el país que este día 4 de febrero se reunirán frente al Palacio Legislativo federal para exigir el derecho a una maternidad libre y voluntaria.
No faltarán las rémoras, algunas de esas organizaciones que supuestamente defienden los derechos de las mujeres y que son dirigidas por funcionarias estatales como sucede en Oaxaca, pero como hemos constado, en poco tiempo se mostrarán tal y como son en verdad.
Por lo pronto, el Pacto por la vida, la libertad y los derechos de las mujeres, este que sí es un pacto, exigirá que “no se acepte ni se discuta la iniciativa de reformar la Constitución Política Mexicana para proteger la vida desde el momento de la concepción, que se encuentra en la Comisión de Puntos Constitucionales en la Cámara de Diputados”.
Este verdadero pacto se formó apenas en diciembre pasado y está integrado por unas 90 organizaciones de mujeres y feministas de todo el país y fue creado en respuesta a las reformas constitucionales en 18 estados, entre ellos Oaxaca decíamos gracias a la iniciativa de la diputad panista Perla Woolrich, quien encontró entre priistas el espacio para hacer posible la obediencia real a la jerarquía católica y a la derecha para arrebatar a las mujeres mexicanas sus derechos, violentando el Estado laico y criminalizando a las mujeres que interrumpen su embarazo muchas veces de forma imprudencial, incluso encarcelándolas como sucede en Guanajuato.
Valdría la pena que las mujeres aprendieran a hacer la diferencia entre feminismo y mujerismo y entendieran que no es lo mismo bacín que jarro aunque sean del mismo barro, porque seguiremos viviendo la misma jerarquía patriarcal pero con faldas, pues la conciencia de género es otra cosa.