por Gabriel Pérez Osorio / Desde Abajo
Si los mexicanos del futuro, si es que existe algo así dentro de 200 años, quisieran entender la realidad mexicana escudriñando en el mes de junio de 2010, estoy seguro que no entenderían nada.
Se darían cuenta que en el México de principios del Siglo XXI, la democracia existía en las cabezas de los analistas y columnistas políticos, pero no encontrarían reflejo en las notas de denuncia de los líderes de los partidos políticos, que acusan a gobernadores estatales y federales de mantener las manos permanentemente metidas en los procesos electorales.
Quizás buscarían reportes similares de la época, de otros lugares con democracias más consolidadas y se darían cuenta de que, en éste momento de la historia de la humanidad, México era de los pocos países exportadores de modelos electorales (las autoridades del Instituto Federal Electoral capacitaron a las iraquíes en sus primeras elecciones post-Saddam Hussein), que al mismo tiempo sufría el vituperio y la defenestración de esas mismas autoridades electorales, por los irresponsables líderes políticos que descalificaban las reglas que ellos mismos habían aprobado, a través de sus diputados.
Se preguntarían el por qué de la relevancia, en los medios de comunicación, de un viaje del presidente de la República en turno (se darían cuenta de que es uno gris y con poca legitimidad) a la inauguración de un partido de futbol en otro continente, como si eso fuera un punto importante en la agenda de nadie, incluido el propio mandatario.
Más difícil sería para ellos entender una iniciativa de los dueños de los medios de comunicación, para tratar de darle más importancia a las “buenas noticias”, ¡en los medios de comunicación! Se percatarían de la relevancia que esos mismos medios dieron a la noticia de que los medios tienen que cambiar la forma en la que dan la noticia y luego, al observar las notas más importantes de la primera semana de junio, hallarían que un chico fue baleado en la frontera de México con Estados Unidos, que la Policía Federal tomó por la fuerza las instalaciones de una mina, que una caravana humanitaria no pudo entrar a un pueblo, de nombre Copala, donde sujetos armados les impidieron llevar comida, que una investigación halló que un incendio en un almacén de un gobierno local fue provocado y terminó con la trágica muerte de decenas de niños.
No hallarían noticias “buenas”, más allá del hallazgo de probables formas de vida con base en el gas metano en un satélite natural de Saturno, en las primeras planas de diarios, portales de Internet y notas relevantes de noticiarios de radio o TV.
Y menos entenderían la locura e insensatez generalizada, que provocó el tal Mundial Sudáfrica 2010, en una población con una Selección que inició el torneo en el lugar 17 de la clasificación general de la Federación que organiza el evento.
No entenderían, pues, un carajo, porque el México del Siglo XXI está moldeado del barro de la incongruencia, del desparpajo y frivolidad de la clase política, de la insensibilidad e incultura de una clase media subempoderada y aletargada, de una comentocracia aburrida, soberbia, alejada de la realidad de los millones y millones de mexicanos que subsisten con papas y refrescos, para los que una gorra del candidat@, una torta, un jugo, puede hacer la diferencia.
Sería difícil de entender un país que solo existe en las columnas de análisis, al compararlo con las notas informativas.
Sería incomprensible para ellos encontrarse con historias como la de la familia que en extrema pobreza, agradece a unos reporteros que les dejaron 50 pesos, porque les alcanzó para comer una semana, mientras que los grandes almacenes ofertan innecesarias pantallas de televisión en seis mil pesos.
Sería imposible procesar racionalmente que los políticos de oposición le exijan al director de una paraestatal federal que explique porqué no se ha iniciado la construcción de un proyecto federal, el más importante de la década, ordenado por el jefe del director en cuestión.
¿Cómo comprender que un señor diga que pagó una deuda con sus hijos y, para tapar sus mentiras, organice una rebelión popular que hubiera envidiado el más presto de los “luchadores sociales y revolucionarios” del país, para luego confesar que él mismo los había matado? No hay manera.
Por eso, justamente por eso, porque es muy difícil entender y explicar una realidad que Kafka hubiera envidiado y que Dalí prefirió no conocer de cerca, por puritita envidia, declaro que mi mayor preocupación -hoy, 9 de junio de 2010, a unas cuantas horas de que inicie el Mundial y a la luz de los comerciales donde Javier Aguirre, el Director Técnico de la Selección Mexicana de Futbol, es el vocero de la Iniciativa México- es mi quiniela.
Sí, mi quiniela. Porque en ella, clasifiqué al Tri a Octavos de Final, pero los descalifiqué frente a Argentina. Y comienzo a pensar que subestimé el poder de… de la iniciativa.
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